La Guerra en Ucrania y su génesis geopolítica
Por Lic. Alejandro Laurnagaray de Urquiza*
Reseña: el presente escrito busca describir las condiciones históricas, geopolíticas, económicas y militares de la Guerra en curso en Ucrania. El actual conflicto es determinante para el nuevo equilibrio de poder que se está conformando en el Sistema Internacional, y las posibilidades de negociación entre las grandes potencias serán cruciales para lograr poner fin a las hostilidades. El realismo estructural, marco teórico troncal de las Relaciones Internacionales, resulta apropiado para entender lo que está sucediendo hoy en Europa del Este, por lo que en base al mismo, además de las consideraciones históricas y a través de la teoría Geopolítica, el lector podrá comprender de manera más acabada y concreta las razones y causas del conflicto, así como las motivaciones y objetivos reales de los actores involucrados.
Septiembre de 2022 (Actualizado al 19-02-23)
El estallido de la Guerra en Ucrania provocó un verdadero impacto global, tanto en términos políticos, como económicos, geopolíticos y comunicacionales. Si bien en lo que corre del siglo XXI ya se produjeron más de 10 conflictos bélicos de cierta relevancia, pocos esperaban una guerra convencional del actual nivel en el viejo continente con el involucramiento directo de una gran potencia bélica, como lo es Rusia[1]. Al mismo tiempo, debido a la ubicación estratégica de Ucrania entre dos grandes poderes (occidente y Rusia), el enfrentamiento eleva las tensiones estructurales en el Sistema Internacional, y a su vez forma parte de un incipiente nuevo equilibrio de poder.
Desde Rusia definieron su intervención como una operación especial (por razones políticas y de derecho internacional), mientras que desde Occidente fue catalogada directamente como una invasión, acepciones que han tenido apoyo dispar en la Comunidad Internacional, sobre todo en vista de la escalada en el conflicto. Las acciones rusas comenzaron con ataques quirúrgicos, pero con el correr de las semanas, la llamada “operación especial” se transformó en un verdadero plan de ganancias territoriales que hoy Rusia lleva adelante, frente a la resistencia ucraniana respaldada económica, política, logística y militarmente por la OTAN.
Pero esta guerra no inició el 24 de febrero del 2022 (24F), sino que es la continuación e intensificación de las hostilidades de la Guerra localizada del Donbas, que comenzó en el 2014 entre el Estado de Ucrania y los territorios separatistas de Lugansk y Donetsk. Precisamente, esos dos territorios respaldados por Moscú se habían proclamado repúblicas independientes y fueron reconocidas días antes del 24F por la Federación Rusa, y luego por Corea del Norte, Siria, Osetia del Sur y Abjasia (estas últimas dos también con reconocimiento limitado).
En el 2014 también se produjo la adhesión de Crimea por parte de Rusia, siendo la primera modificación territorial consolidada de este conflicto. Para Rusia y otros actores fue una adhesión pacífica vía referéndum, y para Occidente y aliados fue una anexión ilegal, lo que propició el establecimiento de sanciones contra la potencia euroasiática.
Siempre que nos refiramos a los conflictos llamados –en términos de Samuel Huntington[2]- inter-civilizatorios (en este caso la civilización Occidental y la Eslava), aunque también aplica a los conflictos en general, es importante comprender que se nos van a presentar dos narrativas bien marcadas, las que hay que observar detenidamente para entender las causas y motivaciones de todos los actores involucrados, así como sus intereses. Aunque por lo general, la opinión pública se divide entre una opción u otra según las regiones del mundo que observemos -aunque algunos llegan a tener una visión objetiva-, en efecto la disputa por las narrativas es otro aspecto de la confrontación que se vive actualmente. Para una mejor comprensión, iré presentando ambas posturas (la rusa y la occidental) a medida que haga falta.
Para introducirnos en la actual guerra, señalemos algunas características geopolíticas del escenario central[3], Ucrania:
Con algo más de 600 mil km2, la República de Ucrania es el segundo país más grande del continente europeo, después de Rusia. 2/3 partes de su territorio corresponden a "tierras negras", de las más fértiles del mundo; de allí recibió el apodo de ser el "granero de Europa". Entre sus principales materias primas exportables, produce maíz, trigo, cebada, ubicándose en el top 10 global en cuanto a la producción y exportación de estos productos, con la Unión Europea como uno de sus principales compradores. También exporta grandes cantidades de aceites, hierro y titanio, tiene una importante capacidad de producción de energía nuclear (tercero en Europa después de Francia y Eslovaquia), lo que también incrementa el riesgo de accidentes y vulnerabilidad frente a ataques.
Estos elementos explican (además de las sanciones impuestas a Rusia) -en parte- por qué en ocasión del conflicto se sucedieron grandes variaciones de precios de algunos de estos productos en el mundo, así como su escasez y una creciente inflación global.
Además de su relevancia para el comercio internacional de materias primas, Ucrania es una importante ruta de tránsito de gas[4] y petróleo ruso (a través del gasoducto Soyuz Brotherhood y rama sur del Yamal-Europa, y el oleoducto Druzhba), y comparte –o compartía hasta antes de esta nueva guerra- con Rusia, el control del estratégico mar de Azov y de puertos sobre el Mar Negro, dos mares de vital importancia –histórica- para la Federación Rusa. De allí se entiende, en parte, el gran interés de Moscú en las operaciones y control del Sur del país, ya que si se viera limitado o privado en el acceso y utilización del Mar de Azov o del Mar Negro, experimentaría un aislamiento geográfico que le provocaría daños logísticos y económicos muy significativos.
Además, la zona representa uno de los ejes de conexión entre el Mar Báltico y el Mar Negro, en la conformación de un corredor Norte-Sur, de gran valor desde hace ya prácticamente un milenio.
No describiré en detalle todos los elementos geopolíticos de importancia, pero mencionaré los principales. Ucrania representa, en definitiva: grandes cantidades de materias primas vitales, ruta de tránsito de gas y petróleo ruso hacia Europa occidental, posición estratégica frente a mares cálidos (Mar de Azov, Mar Negro y camino al Mediterráneo). Desde la visión occidental es un actor que puede ser utilizado para contener a Rusia (estado tapón), y desde Rusia es un factor de incremento del poder eslavo frente a la OTAN y Occidente. Vemos dos grandes fuerzas que pujan en sentido contrario, que van hacia el choque. Ucrania contiene lo que se denomina línea de fractura civilizatoria (en el país habita población occidentalizada y población eslava-ortodoxa) que separa las fronteras identitarias occidentales y las rusas (Huntington 1996) en histórica contraposición.
Una Ucrania fuerte y con buenos lazos con Rusia incrementa el poder e influencia de Moscú sobre el resto de Europa y reduce el poder relativo de EEUU en el viejo continente. Y una Ucrania pro-occidental, militarizada y enemiga de Rusia, produce el efecto contrario: debilita a Rusia y fortalece a Washington y al poder occidental. En concreto, en la Guerra en Ucrania también está en juego la relación y gran parte de la influencia que puedan ejercer tanto Rusia como los EEUU en Europa Occidental. De allí que una de las estrategias norteamericanas fue presionar para cortar las venas energéticas que unen a Rusia con el resto de Europa.
Por estas y otras razones, es importante entender que debido a su ubicación estratégica y a su historia, Ucrania es fuente de tensiones entre los grandes poderes desde hace décadas. En realidad lo ha sido históricamente desde hace más cerca de un milenio, cuando comenzó a formarse la civilización eslava-ortodoxa a partir del Rus de Kiev. Presentaré algunos antecedentes históricos, que ambas narrativas traen a consideración para explicar la situación actual minimizando desde Occidente los lazos que unen a Ucrania con Rusia, y desde Rusia exaltando dichos lazos. La interpretación de la historia de la humanidad suele realizarse desde posturas determinadas, y según los momentos suele reinterpretarse, reescribirse, esto no puede negarse. Me apartaré de las posturas más duras.
Consideraciones históricas. Mediante la distribución y organización de tribus varegas, promediando el primer milenio (hacia 882) se conformó el gran Rus de Kiev (que existió aproximadamente desde fines del siglo IX hasta el XIII), convirtiendo a la actual capital ucraniana en el centro del poder de los pueblos Rus (ocupaban partes de los actuales territorios de Ucrania, Bielorrusia y Rusia). Aunque Kiev iría perdiendo centralidad a partir del siglo XII.
Dentro del Rus se fue conformando lo que conocemos como civilización eslavo-ortodoxa (siendo hoy Rusia su principal exponente), con la correspondiente conversión religiosa, pasando del paganismo al cristianismo ortodoxo. Los Rus gobernaron gran parte de Europa del Este, y el Rus de Kiev puede ser considerado el primer “estado” del este europeo y semilla originaria de lo que más adelante serían el principado de Vladímir-Súzdal (luego Principado de Moscú) y de Novgorod. El Rus también fue el germen de lo que en el futuro serían Polonia, Rumania y claro, Ucrania.
Una Rus poderosa y unificada conectaba las rutas comerciales del Báltico con las del Mar Negro (que permitía tanto intercambios como enfrentamientos con el Imperio Bizantino), un verdadero corredor comercial que acrecentaba (y puede acrecentar) el poder de quien lo controle y utilice. Pensemos actualmente en términos de comercio de mercancías, de rutas energéticas, etc.
Hacia el siglo XIII, un acontecimiento militar cambió la historia del gran Rus: llegaron las invasiones mogolas o mongolas. El imperio Mogol (el más grande de la historia en términos territoriales contiguos –en términos absolutos el primero fue el Británico), pasó a controlar –o supervisar según el caso- gran parte de Asia y de lo que hoy conocemos como Europa del Este[5]. Este hecho terminó acelerando la división del Rus en diversas regiones: Kiev, Principado de Vladímir Suzdál, Novgorod (región situada casi a mitad de camino entre las actuales Moscú y San Petersburgo) y el Principado de Galitzia-Volinia (GV), que comprendía partes de territorios actuales del oeste de Ucrania, Rumania, Moldavia y Bielorrusia. Los primeros dos tenían una marcada identidad eslava-ortodoxa, y GV presentaba una cultura mezclada entre la eslava y occidental-católica. Éste último luego se convertiría en el reino de Rutenia (y en el futuro Ducado de Lituania). La época mongola no sólo provocó la división del Rus en distintas regiones, sino que se abrió el camino a las primeras divisiones marcadas entre los occidentales y eslavos en la futura Europa del Este.
El principado de Moscú, fundado hacia 1283, se convirtió en un centro de poder en la región, con crecientes capacidades económicas, militares y un desarrollo cultural significativos. Ello despertó ciertos recelos y temores en los lituanos (occidentales paganos y luego católicos), otro poder que se expandía hacia el este incorporado bajo su mando a Rutenia (región oeste de la actual Ucrania) y otras regiones de la actual Europa oriental. Comenzaban a plasmarse en la región algunas tensiones entre el occidente y el este eslavo (especialmente en el territorio de la actual Ucrania), con la excepción de Crimea, que experimentaba una mezcla de culturas y pueblos por las diversas invasiones y ocupaciones experimentadas.
Hacia principios del siglo XIV el imperio Mogol mostraba signos de agotamiento, y las tendencias de liberación por parte las regiones bajo su yugo se fueron expandiendo, los distintos principados que habían surgido se afianzaban en sus dominios y también comenzaban sus aventuras expansionistas. El Ducado de Lituania, para equilibrar el poder con una creciente Moscú, se unió a los polacos y conformaron la Mancomunidad Lituano-Polaca mediante la llamada Unión de Lublin (en el 1569), y continuaron mezclando la cultura y elementos occidentales –ya católicos- con los eslavos en la región más hacia el oeste de la actual Ucrania.
En concreto, una de las constantes de la época fueron las tensiones por los deseos expansionistas de los lituanos hacia el este, y de Moscú hacia el oeste. Se sucedieron diversos enfrentamientos en los que se disputaron algunos territorios, no sólo en Ucrania, sino también regiones de la actual Estonia y otras zonas. Los polacos-lituanos y los rusos libraron entre sí diversas guerras, por lo menos 10.
Hacia 1547, el principado de Moscú se había convertido en el Zarato Ruso, bajo el mando del zar Iván IV, que comenzó un período impresionante de expansión territorial, llegando a dominar territorios más amplios que la Rusia actual, y que casi dos siglos después se transformaría en el Imperio Ruso. Las tensiones entre el Zarato y la Mancomunidad por los territorios de Ucrania y otras regiones tenían gran intensidad.
La confrontación entre los poderes consolidados (eran también disputas civilizatorias) en territorios de Europa del Este comenzaban a marcar los destinos de la región. El Zarato y la Mancomunidad se enfrentaban en batallas, y a su vez el segundo libraba guerras con Suecia y con el Imperio Otomano. La región de Crimea, en tanto, venía siendo ocupada por el imperio Bizantino, por los turcos, mongoles, y también había formado parte del Rus de Kiev.
A mediados del siglo XVII, diversos grupos ortodoxos que ocupaban parte significativa de la actual Ucrania[6], oprimidos por las autoridades católicas –sobre todo en el sur- buscaban independizarse de la Mancomunidad, y agotados por las batallas solicitaron ayuda al Zarato Ruso. Firmaron el Tratado de Pereyáslav de 1654 y luego otro en 1658, cediendo autoridad a Moscú, que asumía la protección de la región frente a los lituanos.
Luego de continuos enfrentamientos, en 1667 el Zarato y la Mancomunidad polaco-lituana firmaron el tratado de Andrúsovo, mediante el cual se dividían el territorio de la hoy Ucrania, la región más occidentalizada quedaba para la Mancomunidad y hacia el este bajo control ruso, definido a rasgos generales las tierras a uno y otro lado del río Dniéper (partes del rio son hoy foco de conflicto y es conocido también por la batalla del Dniéper durante la Segunda Guerra Mundial entre nazis y soviéticos).
En definitiva, en el siglo XVII se dividió el territorio “ucraniano” en dos. Las condiciones de ese acuerdo luego se consolidaron en el Tratado de Paz Perpetua entre los mismos dos grandes poderes de entonces. El territorio bajo control ruso se denominaría Malorossiya (pequeña Rusia), o Rusia Menor.
Comenzado el siglo XVIII, se libraban con fiereza los combates de la Guerra del Norte entre el Reino de Suecia y el Zarato Ruso. Esto tuvo impacto en el sur, ya que si bien la pertenencia civilizatoria (cultural y religiosa) eslava de la región sur se había consolidado, el líder del Hetmanato (una especie de Estado cosaco[7] que ocupaba parte del territorio de la actual Ucrania) Iván Mazepa –que incluso tenía buenas relaciones con el Zar- buscó alejarse de Moscú y pidió ayuda al reino de Suecia para terminar con la influencia moscovita, pero el triunfo fue para Moscú que finalmente consolidó su dominio sobre la región, incluyendo Kiev.
Más allá de la pertenencia civilizatoria, puede observarse el estilo de comportamiento de los líderes cosacos para perseguir la independencia, de asociación con poderes mayores para buscar alejarse de quien tuviera mayor influencia sobre ellos. Primero fue aliarse con Moscú para librarse del yugo de la Mancomunidad Polaco-Lituana, y luego buscó ayuda en Suecia para intentar reducir la influencia y poder del Zarato Ruso.
Finalmente, el territorio ucraniano se fue incorporando al incipiente Imperio Ruso de Pedro el Grande, creado en 1721. Con el correr de las décadas, distintos acontecimientos, tanto pacíficos como bélicos fueron colocando a los territorios de Ucrania bajo soberanía imperial de Moscú.
La península de Crimea, por sus particularidades geográficas, ubicación e interés geopolítico, tuvo una historia cultural algo diferente al resto de Ucrania. Formó parte de diversos imperios, como el romano, griego, mogol, ruso y otomano. Pero en 1783, bajo el gobierno de Catalina la Grande, el imperio Ruso pasó a controlar Crimea luego de vencer a los turcos, además de otras regiones más hacia el suroeste de la región, incluyendo Odessa y parte de la actual Moldavia.
Promediando el siglo XVIII, se produjeron las tres particiones de la –ya debilitada- Mancomunidad polaco-lituana, mediante las políticas llevadas a cabo por los Imperios Ruso y Austríaco y el Reino de Prusia. Para fines de siglo, la Mancomunidad había dejado de existir como tal. Así, algunas regiones bien hacia el oeste de la actual Ucrania pasaron a estar bajo el control del Imperio Austríaco, luego de la unión de éste con el reino de Hungría estuvo bajo dominio del imperio Austro-Húngaro, y más adelante, finalizando la primera guerra mundial y después de una breve aventura independentista (hubo proyectos afines a Rusia y otros alejándose de ella), el naciente país pasó a formar parte de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como uno de sus principales integrantes.
Durante algo más de los últimos 200 años, entre 1783 hasta 1991, los territorios que conforman Ucrania formaron parte de las estructuras políticas, económicas y sociales del Imperio Ruso y luego de la URSS. Por otro lado, las tensiones para separar al territorio ucraniano y alejarlo de la esfera de influencia rusa recibieron el impulso de los nacionalistas ucranianos en lógica alianza con los distintos poderes occidentales, o mismo se debió también a las políticas expansionistas de éstos últimos: el reino de Suecia, el imperio Alemán, el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial, y más recientemente (ya con una Ucrania independiente) la UE, EEUU y la OTAN. Como bien lo describió Huntington (1996), la línea de fractura civilizatoria está bien marcada y luego de la caída de la Unión Soviética era esperable que se incrementasen allí las tensiones.
De un lado se promovía la cultura y pertenencia eslava común, y del otro se hacía hincapié en las diferencias existentes, buscando afianzar la identidad occidental, especialmente en la región oeste del país. Ucrania se fue consolidando como un estado Tapón (región que divide dos grandes poderes) y en un punto crucial de tensiones civilizatorias.
Como siempre sucede en estos casos, la población civil en su totalidad es la que más sufre estas tensiones, y es lo que venimos observando que sucede en las últimas dos décadas con mayor intensidad, con un proceso de occidentalización del país, no falto de persecuciones y coerción a la población eslava-ortodoxa, algo que también ocurrió –y en sentido contrario- durante el dominio total ruso.
Los primeros intentos independentistas serios de los nacionalistas ucranianos se dieron en noviembre de 1917, en el marco de la revolución rusa (todo el continente europeo se reestructuraba a medida que se extinguían los imperios), cuando se conformó la República Popular de Ucrania. Se creó la Rada Central en Kiev (gobierno) y se buscó una asociación con Rusia, pero esta se negó y Ucrania buscó consolidar su autonomía. Los líderes ucranianos nacionalistas buscaron alejar al país de la influencia rusa y pidieron ayuda de los alemanes y austro-húngaros, que ocuparon la región occidental del país.
En medio de esas turbulencias, en 1918 también se proclamó la República Soviética de Donetsk-Krivoy Rog, que abarcaba la región del Donbas y otras zonas hacia el norte y hacia el sur de ucrania. Sus líderes buscaron incorporarse a Rusia, pero desde Moscú rechazaron la propuesta, ya que se intentaba conformar una Ucrania socialista fuerte y unificada.
Entre 1919 y 1921 se libró la guerra polaco-rusa por los territorios más hacia el oeste de ucrania. En medio del conflicto, los nacionalistas ucranianos crearon la República Popular de Ucrania Occidental (en una pequeña porción del territorio ucraniano del oeste que estaba bajo control de un imperio austro-húngaro que se desintegraba), pero esa intentona duró solamente unos meses ya que fueron rápidamente reprimidos y controlados por los polacos, que buscaban controlar la región.
Como vemos, los tiempos de posguerra (de la Primera Guerra Mundial) eran bastante tumultuosos. Las tensiones y la desaparición de imperios[8] que pujaban por dominar esa región terminaron alimentando estos vaivenes independentistas de los grupos nacionalistas ucranianos. Esos años también son llamados como los de las Guerras de revolución de Ucrania, aunque todas las iniciativas fueron reprimidas y anuladas.
Finalmente, polacos y soviéticos firmaron el Tratado de Riga (1921), mediante el cual ambos poderes delimitaron sus fronteras, quedando la parte más occidental de Ucrania bajo domino polaco. Al año siguiente se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), siendo la República Socialista Soviética de Ucrania (RSS de Ucrania) una de las entidades constitutivas y el segundo actor en importancia de la Unión. No sólo era fuente de alimentos para los habitantes de la URSS (sin obviar por supuesto la tragedia del Holodomor a raíz de las reformas agrarias soviéticas y las tensiones que provocó con los terratenientes –asunto complejo para describir en unos renglones-), sino que se consolidó como un notable centro industrial y nuclear y alejaba aún más a Occidente de Moscú en términos territoriales (lo que se considera otro elemento geopolítico significativo). Este era uno de los objetivos históricos fundamentales del poder ruso: alejar a las fuerzas occidentales de las fronteras del país, cuanto más lejos, mejor, lo que otorgaba además un incremento de capacidades políticas, económicas, culturales, territoriales e incluso militares.
Luego de la invasión nazi a Polonia –acontecimiento que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial-, la URSS recuperó por la fuerza los territorios que había cedido a Polonia un par de décadas atrás, declarando el objetivo de proteger a la población ucraniana del este del país, y obtuvo otros más. Luego, Ucrania fue ocupada por los nazis en el marco de la operación Barbarroja, contando con el apoyo de nacionalistas ucranianos que colaboraron con el Tercer Reich en su búsqueda de independizarse de Rusia, liderados por Stephan Bandera. Hoy, Bandera es reivindicado por la extrema derecha ucraniana, sector político que forma parte del poder en el país.
Durante la existencia del Comisionado imperial de Ucrania (nombre que recibió el territorio ocupado por los nazis en Ucrania), la maquinaria de Hitler asesinó a millones de habitantes del país, entre judíos, polacos y ucranianos pertenecientes a otros grupos étnicos. La avanzada alemana llegó a ocupar la totalidad del país y la parte occidental de Rusia. La liberación de Ucrania de la ocupación nazi finalizó en octubre de 1944.
Con la victoria aliada, el país se consolidó como integrante fundamental de la URSS, y en 1954 –en tiempos de Nikita Kruschev en el poder- el gobierno central le traspasó a Ucrania la península de Crimea, que estaba bajo soberanía de la República Federativa Soviética de Rusia. Esta decisión se tomó, claramente, sin imaginar lo que sucedería décadas después, como la caída de la Unión, la independencia de Ucrania y sobre todo el alejamiento de la esfera de influencia rusa por parte de Kiev. Recordemos que la península de Crimea tenía –y tiene- un valor geopolítico vital para Rusia.
Durante la segunda mitad del siglo XX, Ucrania acrecentó así su poder y status político dentro de la URSS, así como su fortaleza económica, social y cultural, ya que en definitiva la Unión era considerada una sola entidad con un pueblo común. Pero en la región occidental del país, algunos no lo sentían del todo así, lo que se comprende luego de observar los antecedentes históricos que fueron plasmando una realidad más diversa.
Luego de años de debilitamiento político, económico y social de la URSS, lo que obviamente afectaba a los ucranianos, finalmente en 1991 Ucrania declaró su independencia, siendo firmante del Tratado de Belavezha, suscripto por Boris Yeltsin (Rusia), Leonid Kravchuk (Ucrania) y Stanislav Shushkévich (Bielorrusia), declarando la disolución de la Unión Soviética y conformando la Comunidad de Estados Independientes (CEI). La decisión se tomó haciendo a un lado a Mijaíl Gorbachov (quien dirigía la URSS y fue notificado de lo sucedido por teléfono), y a pesar de un referéndum en el que más del 70% de los soviéticos habían votado para mantener la integridad de la Unión.
Por primera vez en la historia de algo más de un milenio, el territorio que conforma Ucrania se convirtió en un país independiente, aunque no ajeno a fuertes influencias externas a uno y otro lado de la fractura civilizatoria. Los años ´90 fueron muy agitados y críticos para los países que habían formado parte de la extinta URSS, mientras Occidente incrementaba su influencia en la región (podemos hacer una analogía con la expansión occidental de la Mancomunidad católica de siglos atrás). Ucrania, en tanto, se convertía en un particular centro de atención, ya que había heredado de la Unión importantes capacidades de producción primaria, industrial, espacial y militar. Rusia, por lo pronto, se sumergía en una crisis social, económica y financiera muy importante, logrando la recuperación recién al comienzo del nuevo siglo.
En esos primeros años de los ´90, se llevaron a cabo diversas negociaciones entre EEUU y la Federación Rusa, entre ellos importantes Tratados de limitación de armamentos, y con respecto a Ucrania se llegó a un punto en común de gran relevancia: el acuerdo de Budapest.
Éste especificaba que Ucrania debía entregar a Rusia sus armas nucleares, aviones, helicópteros, tanques, etc., que habían pertenecido a la ex URSS. El país se transformaba así en un Estado tapón desmilitarizado para separar a dos grandes poderes, el occidental en expansión, tanto en influencia política, así como poderío económico y militar, y otro en crisis y retroceso, la Rusia de los ´90 con sus profundas reformas económicas neoliberales. Pero la CEI, aun con una Rusia debilitada, mantenía aún el poderío nuclear más importante del mundo en manos de Moscú.
En esos tiempos comenzaba un mayor alejamiento –por lo menos el intento- ucraniano de la influencia rusa, pero nunca logró el país un despegue económico ni institucional ni logró consolidarse como la potencia media que podía ser, y mantuvo lazos económicos significativos con Moscú. Su ubicación estratégica, en parte, la sometía a continuas presiones, intentos de influencia de uno y otro lado, divisiones internas y una corrupción estructural que marca la historia de los últimos 30 años del país, tanto de gobiernos pro-occidentales como pro-rusos.
Ucrania formó parte de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) hasta el 2014, cuando se retiró debido al referéndum en Crimea mediante el cual se incorporó a Rusia. Desde el gobierno ucraniano y desde los países occidentales denunciaron que se trató de una anexión territorial ilegal y los resultados no fueron reconocidos. De todos modos, el control efectivo de la península quedó en manos de Rusia.
La historia reciente de Ucrania está marcada por los intentos de Occidente (especialmente EEUU) de incorporar a Ucrania bajo la esfera de influencia occidental, y evitar la permanencia del país bajo la rusa. Incluso una Ucrania independiente con buenas relaciones políticas y económicas con Rusia, es inaceptable para Occidente, especialmente para Washington. Esa situación política fortalecería la posición de Moscú en Europa del Este y en el viejo continente en general. Por otro lado, Moscú ha intentado evitar que Ucrania se convierta en un país militarizado aliado de Occidente y miembro de la OTAN, ya que ello resulta en un debilitamiento de su posición continental en Europa, y según su visión esa situación representa una amenaza directa a sus fronteras, a su poderío y a su supervivencia[9].
Por supuesto que Occidente no acepta la visión rusa, planteada por Moscú en términos diplomáticos, políticos y foros de negociaciones. Y lógicamente Rusia rechaza la afirmación occidental de que una Ucrania integrada a la UE y a la OTAN no es una amenaza para los rusos y que puede generar prosperidad y seguridad a la región. El asunto es que una mayor seguridad para uno significa una menor seguridad para el otro, en un juego de suma 0, pero que se produce a las puertas de territorio ruso.
De hecho, la falta de acuerdo y de comprensión entre Occidente y Rusia es lo que nos trajo hasta la situación actual. EEUU considera que la situación forma parte también de una disputa entre la democracia y el autoritarismo, liberalismo e iliberalismo, y que una Ucrania bajo influencia rusa puede desestabilizar la seguridad europea. Y Rusia no sólo niega las afirmaciones occidentales, sino que denuncia que la intención es amenazar y debilitar al país utilizando a Ucrania como un peón para el logro de sus fines, y que Washington nada tiene que hacer tan lejos de sus dominios soberanos. Al tiempo que reafirma su intención de practicar buenas relaciones tanto con una Ucrania que sea libre de control occidental y de los nacionalistas, como con el resto de Europa occidental.
Durante los años (´90) se habían producido también las olas expansivas de la OTAN, un componente clave del conflicto actual. En febrero de 1990, en una conversación entre el entonces Secretario de Estado John Baker y Mijaíl Gorbachov, el primero le afirmó que si se aceptaba una Alemania integrada a la OTAN con fuerzas militares del Organismo presentes en territorio germano, no habría extensión hacia el Este. Textualmente, las palabras de Baker, consideradas favorablemente por Gorbachov, fueron las siguientes:
“Entendemos la necesidad de garantías para los países del Este. Si mantenemos una presencia en una Alemania que es parte de la OTAN, no habría una extensión de la jurisdicción de la OTAN para las fuerzas de la OTAN ni una pulgada hacia el este” […] “¿Preferiría una Alemania unida fuera de la OTAN que sea independiente y no tenga fuerzas estadounidenses o preferiría una Alemania unida con vínculos con la OTAN y garantías de que no habría una extensión de la jurisdicción actual de la OTAN hacia el este?”[10]
Finalmente, a pesar de las garantías obtenidas por los rusos, EEUU propició en total 5 etapas expansivas, mediante las cuales se terminó duplicando la cantidad de miembros de la OTAN, llegando a la frontera rusa por el Norte con el ingreso de los países bálticos. El número de integrantes pasó de 16 en 1990 a 30 hacia 2021, actualmente con Suecia y Finlandia en proceso de adhesión en lo que podemos denominar como la 6ta oleada de expansión. En 2008 –e incluso antes- ya se hablaba del ingreso de Ucrania, a lo que Rusia respondía que ello era inadmisible. Esa misma palabra había utilizado Gorbachov con respecto a la posibilidad de expansión en 1990, pero durante los años siguientes, Rusia carecería de posiciones de fuerza suficientes para oponerse a tales acciones de Occidente.
En los primeros años del presente siglo la Federación Rusa se recuperaba de la crisis económica, social e institucional de los años ´90, y buscó fortalecer sus lazos con las repúblicas vecinas así como recuperar influencia regional. En medio de ese proceso, que también incluía a Ucrania, se produjeron en este país dos importantes acontecimientos. La Revolución Naranja (2004/5) y el Euromaidán (2013/14), con interpretaciones diferentes de un lado y otro de la línea de fractura civilizatoria.
La primera fue una protesta popular en la que se acusaba al candidato Víktor Yanukovich (apoyado por el gobierno de Leonid Kuchma de buenas relaciones con Rusia, por ende era un candidato respaldado por Moscú) de cometer fraude para ganar las elecciones. El otro candidato, afín a Occidente, era Víktor Yúshchenko, quien buscaba promover una integración con Europa occidental e incluso el ingreso de Ucrania a la OTAN. La segunda vuelta electoral dio como ganador a Yanukovich, pero las protestas en las calles recrudecieron y varios países del mundo desconocieron el resultado electoral. Se llevó a cabo una tercera votación, en la que triunfó Yúshchenko, quien asumió la presidencia en enero de 2005.
Si bien en términos de PBI se produjo un importante crecimiento, el gobierno de Yúshchenko resultó por diversas razones un total fracaso. En las elecciones presidenciales del 2010, en las cuales buscó la reelección, obtuvo sólo el 5.5% de los votos. Por otro lado, había impulsado -respaldado por Occidente- el crecimiento de los grupos ultranacionalistas (enemistados con Rusia), y antes de dejar el poder declaró héroe nacional a Stepán Bandera, el nacionalista ucraniano que había sido aliado del Tercer Reich durante la segunda guerra mundial. Esa decisión fue anulada en 2011.
Luego llegó el turno de Yanukovich en el poder, que buscó recomponer las relaciones con Rusia y durante los primeros 3 años de gobierno se produjo un importante crecimiento económico, aunque los problemas sociales no se resolverían. Gobernó entre 2010 y principios de 2014, cuando fue destituido por la Rada suprema de Ucrania, en el marco del Euromaidán, una serie de protestas iniciadas por la intención del gobierno de alejar a Ucrania de la esfera de influencia occidental. Yanukovich había cancelado acuerdos económicos con la UE, y buscaba fortalecer la integración económica con la Federación Rusa mediante la negociación de un acuerdo de asociación estratégica.
En los meses que duraron las protestas –entre fines de 2013 y principios de 2014- se produjeron más de 100 muertos en manos de las fuerzas de seguridad. A partir de allí la crisis económica y social se agravó. Entre los principales impulsores de las protestas se encontraban los grupos ultranacionalistas (de extrema derecha) que venían siendo alimentados en la política nacional desde años atrás. Allí fue que se creó el regimiento Azov, ultra-nacionalista y de identidad neonazi, quedando bajo el mando del Ministerio del Interior ucraniano. El grupo mantiene vínculos con sectores extremistas de ultraderecha en otras partes de Europa. Aquellos que defienden su existencia, afirman que los miembros más extremistas abandonaron el regimiento cuando éste se incorporó al gobierno, pero permaneciendo activos en la política ucraniana.
Luego de la caída del gobierno de Yanukovich (afín a Moscú), asumió el poder Petro Poroshenko, empresario de la alimentación y de visión europeísta. La crisis política se agudizó y la disputa entre Occidente y los Eslavos pasó a otro nivel. Por un lado –como indicamos- la geopolíticamente estratégica región de Crimea realizó un referéndum sobre adherirse a Rusia o seguir perteneciendo a Ucrania: el 96.7% de los votos fue para incorporarse a Rusia, lo que se concretó en forma inmediata. Ello fue visto en Occidente como una violación de la soberanía de Ucrania y no fue reconocido ni por el gobierno ucraniano ni por sus aliados. A partir de allí comenzó la aplicación de una serie de sanciones occidentales contra Rusia que fueron incrementándose hasta el día de hoy.
Por otro lado, hacia el este del país -en la región del Donbas- los eslavos de Lugansk y Donetsk se autoproclamaron repúblicas independientes de Ucrania, lo que dio inicio a la Guerra del Donbas, que dejó hacia inicios del 2022 algo más de 14.000 muertos, en gran parte civiles, hasta antes del 24F.
Mientras todo esto sucedía, Rusia ya recuperaba paso a paso su poder, consolidando sus relaciones estratégicas en la región euroasiática, especialmente con China, la India, así como en regiones de la antigua zona de influencia soviética, y había triunfado en los conflictos de Chechenia y Georgia. Mientras algunos definieron esa política de expansionista basada en la nostalgia imperial rusa, otros lo niegan, afirmando que todos estos conflictos se produjeron en la frontera rusa, que amenazaban la seguridad nacional del país, y se produjeron en base al intento de evitar –o salir- de una situación de acorralamiento llevada a cabo por Occidente mediante sus política expansionistas llevadas a cabo desde los años ´90. Nuevamente, dos posturas, dos visiones, basadas en el interés ruso una, y occidental la otra.
En su camino de recomposición de capacidades y poder relativo en el Sistema Internacional, podemos observar que Rusia llevó –y lleva- a cabo una política exterior dialoguista y asociativa cuando es posible, reactiva cuando percibe amenazas, y agresiva cuando lo considera necesario desde su visión de la seguridad nacional[11].
En términos generales, el inicio de siglo dio lugar a una nueva era de revisionismo dentro del Sistema Internacional, con Rusia y con China como ejes de una nueva etapa de Equilibrio de Poder frente a los EEUU. Luego haré referencia a este asunto.
Volviendo al conflicto en Ucrania, en el 2014 con el conflicto en Donbas en curso, se firmó el acuerdo de Minsk I[12] (entre Ucrania, Rusia, Rep. de Lugansk y Rep. de Donetsk) para implementar un alto al fuego y buscar una solución dialogada a los enfrentamientos, y a principios del 2015 se suscribió el Minsk II (entre Rusia, Ucrania, Alemania y Francia) con el mismo objetivo y ya con la participación de las potencias de Europa occidental. Los acuerdos tuvieron un cumplimiento limitado, y no lograron los fines perseguidos. Si bien bajó la intensidad de los enfrentamientos, los combates continuaron y se violó de manera reiterada el alto al fuego. Mas recientemente, desde occidente han señalado que dichos acuerdos sirvieron para ganar tiempo mientras se fortalecían las fuerzas militares de Kiev.
Mientras tanto, las diferencias entre Kiev y Moscú se profundizaban, mientras EEUU, la OTAN y la Unión Europea incrementaban su influencia sobre el gobierno ucraniano y le vendían más armamentos, lo que resultaba funcional a la estrategia de contención que históricamente buscaba ejercer Washington sobre Rusia.
La situación económica y social de Ucrania continuó deteriorándose y el país terminó acudiendo la ayuda del FMI, obteniendo un préstamo de más de Us$ 11.000 millones, convirtiéndose en el tercer deudor más importante del organismo, después de la Argentina y Egipto. Recientemente se sumaron nuevos préstamos del Organismo a Kiev. Ello volvió al país aún más dependiente de las potencias occidentales, especialmente de EEUU. Una de las condiciones del FMI para aprobar nuevos préstamos fue la privatización de las tierras fértiles del país (recordemos que es uno de los activos ucranianos fundamentales), solicitud a la que hace un par de años la Rada (congreso) ucraniano abrió las puertas mediante la aprobación de una ley de Tierras.
En estos últimos años, Europa del Este fue escenario de una creciente presencia militar de la OTAN en los distintos países miembro, se incrementó la venta de armas y la presencia de tropas, mientras que Rusia también fue fortaleciendo y modernizando sus FFAA. El estado tapón comenzaba a situarse entre la espada y la pared, perdiendo autonomía y siendo esclavo de las circunstancias: la disputa entre Occidente y Rusia. De un lado se denunciaba el expansionismo ruso, y del otro la amenaza occidental a la potencia eslava.
Con la llegada de Volodímir Zelenski al poder en 2019, las tensiones no hicieron más que agudizarse. No fue él específicamente el promotor, sino que el tren ya había partido y su única alternativa era subirse, y terminó acelerando la locomotora. Las presiones nacionalistas internas y desde el exterior, sobre todo desde los EEUU, eran significativas. Mientras la dependencia económica ucraniana tanto de Occidente como de Rusia se mantuvo, las presiones de uno y otro lado no hicieron más que agravar la crisis socio-económica, mientras el papel de la extrema derecha dentro del gobierno se consolidaba.
La venta de armas occidentales –y asistencia en inteligencia y estrategia- a un gobierno ya claramente enemistado con Rusia, continuó. Los combates en el Donbas también, mientras Rusia buscaba negociar, tanto con Alemania y Francia, y con EEUU mientras pudiese, un acuerdo formal que garantizara la neutralidad de Ucrania y la negativa a su ingreso a la OTAN. Mientras crecían las tensiones, poco tiempo quedaba para desactivar una bomba de tiempo que podía estallar en cualquier momento.
Para resumir los últimos acontecimientos previos al 24-2, podemos señalar que en 2021 se volvió a considerar el ingreso de Ucrania a la OTAN, una Ucrania con creciente capacidad militar, aunque no suficiente para llevar adelante una confrontación directa con Rusia. Moscú señalaba que una Ucrania militarizada, enemistada, con la ultraderecha en el poder y convertida en miembro del organismo de seguridad transatlántico, era una amenaza directa a su seguridad nacional y una línea roja que de cruzarse, no habría vuelta atrás.
Rusia comenzó a militarizar regiones del país fronterizas con Ucrania, así como desde territorio bielorruso, a través de ejercicios militares (acordados en diciembre de 2021), que iniciaron a principios de febrero del 2022. Estos movimientos eran observados en detalle por los satélites occidentales, y mediante información de inteligencia el presidente Joe Biden advertía de una posible invasión rusa a Ucrania.
Pocos días antes de la invasión (o inicio de la operación especial según la óptica rusa), el presidente Zelenski fue invitado a brindar una conferencia en Alemania, donde señaló no sólo que Ucrania debía ingresar a la OTAN y a la UE, sino que el país debería revisar el Acuerdo de Budapest, lo que significaba la posibilidad de convertir a Ucrania en una potencia nuclear, menor, pero nuclear. Eso sucedió el 19 de febrero, 6 días antes del primer ataque ruso, semana en la que también se produjeron incidentes en la frontera ruso-ucraniana del lado ruso.
Finalmente, el 21 de febrero la Federación de Rusia reconoció formalmente la independencia de las repúblicas de Lugansk y Donetsk, firmó un acuerdo de seguridad mutua con ambas, y el inició de las acciones bélicas era inminente.
El 24 de febrero iniciaron los ataques rusos, con el objetivo declarado de “desmilitarizar y desnazificar a Ucrania”, mientras que desde Occidente denunciaron que se trataba de una invasión por apetito imperial del presidente Vladimir Putin, instalando en los grandes medios occidentales el slogan: “la guerra de Putin”, buscando personalizar el conflicto en los “apetitos” del presidente ruso, como parte de la estratégica comunicacional occidental. Así, ambas posturas pasaron a conformar una guerra de narrativas en todo el mundo, que incluye las denuncias desde ambos lados sobre las violaciones a los DDHH cometidos por miembros de las fuerzas contra población civil, uso de armas químicas, fusilamientos ilegales, ejemplos de combatientes valerosos, etc.
Finalmente, con relación a los actuales acontecimientos, es importante tomar algunas consideraciones de Samuel Huntington, quien en realidad ha sido mal interpretado, en términos de que muchos afirman que se equivocó al decir en su Choque de Civilizaciones que Ucrania y Rusia no se enfrentarían en un conflicto bélico. Más allá de esa afirmación (que refiere especialmente al hecho de que ambos países comparten una misma cultura y religión, o por lo menos una parte de Ucrania con Rusia) sí menciona Huntington que las líneas de fractura son zonas de conflicto que se verían tensionadas luego del fin de la Guerra Fría, y que una posible solución a esta fractura era una posible partición de Ucrania en dos, precisamente donde se marca la separación entre los católicos y ortodoxos, la cultura eslava de la occidental, representando otra posible división territorial, como fue prácticamente una continuidad histórica durante el último milenio. Los avances territoriales rusos y las regiones aún bajo control ucraniano dan algunas señales de ello, aunque el resultado de la Guerra actual no puede preverse aún.
Hubo decenas de guerras en el milenio pasado que tuvieron al territorio ucraniano como zona de disputa, y observamos actualmente los primeros conflictos de este nuevo milenio. Los acontecimientos en el terreno y en las mesas de negociaciones develarán la manera en que resolverán el pleito en territorio ucraniano las fuerzas occidentales y eslavas. Lamentablemente, hoy el derecho internacional calla, y hablan las armas.
En definitiva, podemos señalar que parte de las tensiones actuales pueden ser observadas a la luz de la historia, donde la formación del gran Rus de Kiev, las invasiones mongolas, la continuas disputas entre la Mancomunidad católica y la Moscú ortodoxa, el rol de los cosacos, los enfrentamientos entre Suecia y Moscú, y la expansión del Zarato y luego del Imperio Ruso hacia el oeste, así como las conquistas occidentales hacia el este, junto con los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX fueron hechos que marcaron a fuego la historia de Ucrania, la cual sirve para comprender en parte lo que ocurre hoy día en las tierras del viejo Rus. No busco con ello darle la razón a uno o a otro, sino demostrar que -lamentablemente- a través de la comprensión histórica no resulta demasiado llamativo que un nuevo conflicto bélico ensombrezca la realidad de Ucrania al no haber sido posible rebajar las tensiones por una vía negociada. Y ello, por supuesto, conlleva el sufrimiento de su pueblo, tanto aquellos que se identifican con Occidente como los eslavos.
La Guerra es un acontecimiento geopolítico clave de la disputa en EEUU y Rusia, y parte del tránsito hacia un nuevo equilibrio de poder global. En una reciente entrevista publicada en diario Perfil[13] (diario de la Argentina), remarqué que “Ucrania es un Estado tapón que separa dos grandes poderes", precisamente a las puertas del Heartland (corazón de la Tierra) o Área Pivot de la Geopolítica. Este Corazón representa la zona territorial más importante del planeta –colmada de recursos naturales-, y así lo entienden los estrategas de todas las grandes potencias, y es a su vez uno de los núcleos teóricos de la disciplina. La región inicia en la parte oeste de Rusia cerca de la frontera con Ucrania, abarca la totalidad del territorio de la Federación Rusa y otras ex repúblicas soviéticas, entre otras zonas.
El geógrafo inglés Halford Mackinder, uno de los padres de la Geopolítica, presentaba hace más de un siglo una de las máximas de su teoría y de la Geopolítica misma: "Quien domina el este de Europa, domina el Heartland, quien domina el Heartland, controla la 'Isla mundial'[14], y quien domina esta última, gobernará el mundo entero". Con diversas críticas y actualizaciones realizadas por otros especialistas, la premisa mantuvo su vigencia hasta la actualidad y explica -en parte- la relación entre Occidente y Rusia y entre este último y otros actores a lo largo de los últimos siglos, como señalamos en la reseña histórica.
La Federación de Rusia y otros países de la región representan una fuente de recursos energéticos, minerales y otras materias primas de enorme valor estratégico, y en estas décadas de calentamiento global, a medida que las regiones árticas se vuelvan más accesibles, dispondrán aún más recursos disponibles en las regiones del norte –especialmente Rusia-, además de abrirse nuevas rutas –y más económicas en términos logísticos que las tradicionales- para el tránsito comercial[15]. La potencia eslava es la nación más grande del mundo, y diversos imperios han querido conquistarlo, hacerle la guerra o dominarlo: primero el imperio sueco, luego Napoleón y más tarde Hitler. Además, es evidente su pasado como gran imperio euroasiático expansionista hacia el oeste, lo que explica numerosas guerras históricas.
Esa es la experiencia de Rusia como civilización eslava, su ADN, acuñado desde tiempos del gran Rus, luego como Principado de Vladímir-Súzdal, después Principado de Moscú, más adelante el Zarato Ruso, después el Imperio Ruso, en el siglo XX la Unión Soviética y hoy su heredera, la Federación de Rusia.
Ucrania y Bielorrusia, por su parte, forman parte de la frontera civilizatoria, aunque en realidad la identidad eslava alcanza un porcentaje significativo de la población de otros países algo más hacia el oeste, como en los países bálticos. En concreto, la cuestión cultural, histórica y religiosa es uno de los elementos a tener en cuenta para el análisis, entre otros tantos. Sumados todos ellos, puede explicarse y entenderse lo que está sucediendo hoy en Europa del Este.
Desde los años ´90 del siglo XX, Rusia considera -y ha denunciado- que la expansión de la OTAN tiene algo de continuidad histórica con lo sucedido en más de una oportunidad durante los últimos siglos. Según la visión de Moscú, en la actualidad esa realidad se manifestaría mediante un cerco militar occidental al país, acercándose a sus fronteras y con avidez por los territorios y recursos del Heartland, además de la intención de EEUU de mantener su hegemonía global.
Desde Occidente esgrimen el argumento contrario, señalando que la Federación Rusia quiere reconstruir el imperio Ruso, o dominar otros países para reconstruir algo similar a la URSS y expandir el autoritarismo por la región.
Moscú se considera que Ucrania aliada de EEUU y enemistada con Rusia es un paso más en dirección a sus fronteras –lo que consiste en una amenaza a su seguridad- con el claro objetivo de debilitar el poder ruso. Se considera que Occidente cruzó toda línea roja y afectó el interés vital del país, poniendo en peligro la seguridad nacional a partir de volver en contra del país a Malorussia (Pequeña Rusia), como se llamaba a Ucrania en el pasado.
Por su parte, el discurso presentado por Occidente (especialmente por EEUU) refiere al peligro autocrático que significa Rusia para la Democracia, y la influencia negativa que según su visión puede ejercer Moscú sobre Europa, especialmente sobre Alemania a través de la diplomacia del gas, con el Nord Stream 1 y 2. En más de una oportunidad Washington había presionado a Berlín para suspender la construcción del Nord Stream 2, que finalmente llegó a estar listo, pero no llegó a bombear ni un metro cúbico de gas. Este gasoducto es considerado en EEUU una amenaza a su seguridad nacional, por sus implicancias para la política europea. En septiembre del 2022, dichos gasoductos fueron atacados, con acusaciones cruzadas entre EEUU y Rusia. Un prestigioso periodista norteamericano, Seymour Hersh, publicó un artículo en febrero de este año señalando a la CIA como autor del atentado, lo que la Casa Blanca niega. Alemania, por su parte, había intentado en estos años equilibrar sus relaciones con Rusia y las presiones recibidas desde Washington. Hoy, ese equilibrio se ha roto en favor de la posición norteamericana tanto en Alemania como en gran parte del viejo continente.
En términos geopolíticos, Rusia desvela a Occidente (a Washington en particular), es también una obsesión histórica y un contrincante (o enemigo según las circunstancias) necesario para justificar el papel predominante que tiene EEUU en Europa, y es la razón de ser de la OTAN. Si Rusia y Europa Occidental tuvieran relaciones totalmente amistosas, ¿Cuál sería la explicación para mantener la OTAN expandida, y de la presencia de la mayoría de los 75.000 miembros de las FFAA norteamericanas en 452 bases[16] en el viejo continente? Francia y Alemania han criticado con énfasis al Organismo en los últimos años, llegando el francés a diagnosticarla con “muerte cerebral[17]”. Hoy, esa situación se revirtió y la OTAN ha iniciado su sexta ola expansiva con el proceso de adhesión (aún sin finalizar) de Suecia y Finlandia, a la vez que se incrementa el gasto militar y la venta de armas a Ucrania, crece también la presencia de fuerzas del organismo en Europa del Este y fortalece su posición en las potencias europeas que tuvieran ciertas dudas de su validez en tiempos recientes. Ello representa un fortalecimiento de la posición norteamericana en la región.
Desde el punto de vista de Washington, si Rusia ejerciera una influencia significativa (o control) sobre Kiev, o incluso tuviera buenas relaciones políticas y económicas, adquiriría un poder suficiente para incrementar aún más su influencia sobre Europa Oriental y Occidental, pudiendo ser Ucrania una potencia intermedia muy importante como aliado de Moscú. Ello también podría cambiar el escenario de las relaciones entre Rusia y Turquía –en favor de Moscú y en detrimento de EEUU-. Turquía es miembro de la OTAN pero que muestra crecientes signos de autonomía y mantiene un equilibrio notable en sus relaciones con las grandes potencias. De hecho, es la razón por la cual aún Suecia y Finlandia no han ingresado al Organismo, debido al veto de Ankara.
Entre sus objetivos, Washington busca evitar dos situaciones: la primera es una integración y alianza Moscú-Kiev-Minsk, que empoderaría a Rusia en Europa del Este y fortalecería su posición como hegemón regional (Mearsheimer, 2014). Las revueltas que ocurrieron en Bielorrusia recientemente tienen relación con la cuestión geopolítica regional, y los hechos presentan razones internas y también accionar desde el exterior. El segundo eje, que preocupa enormemente a EEUU es el que podrían conformar Moscú-Berlín-París, situación que directamente desbancaría a la primera potencia global de su preminencia en Europa. El equilibrio que intentaba mantener Francia en sus relaciones bilaterales con Washington y Moscú, por ahora se ha roto en favor de EEUU, obviamente. Pero en términos de grandes poderes, ninguna ruptura puede considerarse como determinante.
Por otro lado, EEUU observa que en Medio Oriente y otras regiones de Asia y África, Rusia ya ha acrecentado notablemente su influencia, lo que puede comprobarse actualmente en la ausencia de sanciones significativas provenientes de esos países[18]. De esto trata también el Equilibrio de Poder, que Rusia viene persiguiendo en el viejo continente y en otras regiones, y China en Asia-Pacífico primero, y luego a nivel global. EEUU busca resistir ese equilibrio, ralentizarlo, y si es posible evitarlo.
Volviendo al foco de conflicto actual, para Rusia no sólo una Ucrania enemistada es una amenaza en términos militares, como señalamos es además una importante ruta de recursos energéticos, productora de alimentos, y el sur del país resulta vital para el uso y control del Mar Negro y el acceso al Mediterráneo, lo que incrementa la sensibilidad de Moscú. Una Ucrania poderosa integrada a Occidente, con posibilidad de tener armas nucleares, podría complicarle enormemente el uso de esas aguas a Rusia.
Y para EEUU, Ucrania es un elemento útil para expandir su influencia hacia el este, así como para contener y debilitar a Rusia. El Estado tapón representa un juego de suma 0 para ambos grandes actores, cualquier ganancia para uno es una pérdida para el otro, con una potencial desventaja significativa para Moscú por su cercanía territorial y la afectación de intereses vitales. La partida se juega en la puerta de sus tierras. En efecto, ya se produjeron varios ataques dentro de territorio ruso, en la región de Bélgorod, y un atentado confirmado en pleno Moscú que se cobró la vida precisamente de la hija de un teórico geopolítico ruso Alexander Duguin.
También podemos entender la situación actual de la siguiente manera: ¿Qué sucedería si México, o los que es más sensible aún, Canadá, se asociaran con Rusia o China, comprara sus armamentos, acompañado de un deterioro de las relaciones bilaterales con Washington, y esbozaran la posibilidad de obtener armamentos nucleares? ¿Cuál sería la reacción de los EEUU? Por supuesto que hay diferencias, no pocas, pero a grandes rasgos, en asuntos de seguridad nacional y en cuanto al comportamiento de grandes actores estratégicos, hablamos de implicancias similares para uno y otro actor. Esta descripción no busca justificar acciones, sino describir los hechos en base a diversas razones que se entienden de manera clara a partir del realismo estructural en tanto marco teórico.
Lamentablemente para la población civil ucraniana, que sufre las mayores consecuencias del conflicto (tanto la occidentalizada como la eslava-ortodoxa), los estados tapones han experimentado a lo largo de la historia este tipo de tensiones, conflictos y guerras –sobre todo si no logran una estabilidad y fortaleza suficientes-, como Afganistán, en continua inestabilidad y habiendo sufrido diversas invasiones imperiales. Históricamente ha contenido o separado los deseos expansionistas de imperios como el británico o Ruso, siendo hasta hoy un elemento de discordia en el mundo ubicado en el corazón de Asia Central[19]. Pero la particularidad de Ucrania es que comparte frontera, rasgos civilizatorios e identidad con la primera potencia nuclear y segunda potencia militar del planeta.
Los dos gobiernos ucranianos que manejaron los destinos del país desde el 2014, se han alejado de la esfera de influencia rusa, se han militarizado fuertemente y estrecharon fuerte lazos con la UE y sobre todo con Washington. La Tendencia pro-occidental y anti rusa primó entre las autoridades y en parte de la población del país, sobre todo la de las regiones del oeste. Moscú comenzó a percibir esa situación como una amenaza en general, en particular también para sus intereses en el Mar de Azov y Negro (especialmente en Crimea donde se asienta su Flota del Mar Negro), y en la vecina Bielorrusia. Esta situación hace peligrar su influencia estratégica en su vecindad cercana, y a fin de cuentas, aumenta el temor a su propia integridad.
Además de la persecución y hostigamiento que los sectores nacionalistas extremos han venido ejerciendo contra la población eslavo-ortodoxa de Ucrania, especialmente en las regiones al sureste del país, en el Donbas.
La pertenencia de las poblaciones del este y sur de Ucrania a la civilización eslavo-ortodoxa explica –aunque sólo en parte- la posibilidad de avances rusos y la positiva recepción de parte de los habitantes locales a los militares, aunque no en todas las ciudades que Moscú esperaba. En los últimos años Ucrania llevó a cabo un proceso de des-rusificación de la cultura en varias partes del país. La disputa cultural ha sido otra constante histórica, entre períodos de rusificación y otros en contrario.
Moscú persigue, en primer lugar, alejar y anular lo que considera una nueva amenaza occidental en sus fronteras, afirmando que las decisiones de Kiev se toman en realidad en Washington, y que Ucrania es sólo un peón de Occidente. Desea además –y ha buscado- tener de vecina a una Ucrania desmilitarizada y socia, o por lo menos no enemiga, ya que además comparten una historia y cultura comunes. Al considerar que la animosidad de su vecino creció hasta cruzar las líneas rojas, tomó la decisión de atacar de manera directa con el objetivo de “desmilitarizar el país y desnazificarlo”. Eso se plasmó en iniciales ataques selectivos en diversas partes del país, luego subió de nivel con el objetivo de obtener ganancias territoriales en regiones del este y del sur del territorio ucraniano, donde actualmente continúan los combates, para pasar luego a ataques masivos en numerosas ciudades del país para destruir infraestructuras de diverso tipo, militares, energéticas, etc. Por supuesto que se produjeron víctimas civiles, realidad lamentable que en toda guerra ocurre.
Desde Occidente se afirma que la intención fue invadir y conquistar todo el país en base a ambiciones imperiales de Vladimir Putin, atacando objetivos civiles y utilizando armamento "sucio" (ilegal como armas químicas), y su narrativa se apoya en esa visión. La opinión pública global está divida, y una u otra opinión puede ser mayoritaria según la esfera de influencia en la que nos ubiquemos. Pero como señalé desde un principio, e incluso antes del 24F, una ocupación total rusa sobre Ucrania no era –ni es- viable.
El creciente apoyo económico, político, diplomático y militar de Occidente a Ucrania fortaleció sus defensas y le permitió recuperar algunos territorios tomados por Rusia, pero a su vez hizo que las fuerzas rusas buscasen avanzar con más fuerza. El final es abierto y no se puede anticipar cuándo –ni de qué manera- terminará el conflicto ya que depende de varios factores, políticos, militares y económicos de los diversos actores que tienen interés en el mismo. Y Fundamentalmente, de las negociaciones entre Rusia y los EEUU. Así funciona el mundo, nos guste o no.
Debemos diferenciar entre lo que puede interpretarse como una postura neorrealista de Rusia, que es la que parece verse en la actualidad, y lo que sería una expansionista, como se acusa desde Occidente en cuanto a las supuestas ambiciones imperiales de Vladimir Putin. Sí es cierto que Rusia busca fortalecer sus posiciones regionales, continentales e incluso globales. Es parte de lo que hacen naturalmente las potencias.
Pero lejos parece estar la política exterior rusa de tener ambiciones imperiales. De un análisis concreto de las capacidades geopolíticas, económicas e incluso militares, podemos deducir que una expansión imperial no está entre las posibilidades de la Rusia de hoy. No tiene el poder duro necesario ni la capacidad económica para sostener una política expansionista en términos territoriales.
El neorrealismo en tanto teoría troncal de las Relaciones Internacionales, nos permite señalar que los grandes poderes del mundo se han comportado históricamente en base a grandes lineamientos: algunos de ellos son asegurar su supervivencia, incrementar su poderío e influencia, la persistente desconfianza sobre el comportamiento de otros actores, y la búsqueda de equilibrar el poder en el sistema internacional cuando el statu quo presenta demasiadas ventajas para un actor poderoso, en este caso EEUU.
Todos esos elementos se observan hoy de manera simultánea, con respecto a Ucrania y en los 5 continentes. Tampoco hay que descartar el rol de la UE y sus atisbos autonomistas, de Alemania y Francia por separado, el Reino Unido, la India y Turquía, entre otros.
El incremento de las capacidades generales de los actores revisionistas (Rusia y China), su mayor influencia en distintas partes del mundo y la asociación estratégica que han conformado, han mellado en las últimas dos décadas el poder norteamericano, que ve amenazado su predominio en el mundo y en particular en Europa Occidental. Como lo ha señalado el analista norteamericano Fareed Zakaria, el siglo XXI experimenta la etapa de pos-americanismo, plasmado en su libro de 2011 “The post-american world, and the rise of the rest”, aunque no limita el análisis a los tres actores mencionados.
EEUU había comenzado a ejercer en los ´90 un rol fundamental en la entrada del Heartland, a través de la expansión de la OTAN, con una notable influencia en la Rusia de Boris Yeltsin, hasta que llegó Vladimir Putin al poder, cuando comenzaría a revertirse la ecuación. Ni Washington quiere perder esa posición ni Rusia acepta el statu quo de verse rodeado por la OTAN, y esta es una verdadera disputa en términos geopolíticos.
Es claro que mientras Rusia busca fortalecer su posición en esa región y en el mundo, EEUU busca debilitarla, y como afirma John Mearsheimer (2022), Washington tiene el objetivo de echar a Rusia del club de las grandes potencias, y es consciente de que una Ucrania fuerte y aliada de Occidente cumpliría con parte significativa de ese objetivo. Pero hay dos (de varias) limitaciones, los cuantiosos recursos naturales rusos (energía, alimentos y minerales fundamentalmente) que le permiten ejercer una influencia significativa, el incremento de las relaciones de Moscú con nuevos polos de poder -especialmente en Asia-, y el poderío militar, tanto el convencional así como especialmente el nuclear. Rusia es el actor con mayor cantidad de ojivas nucleares hoy día, dispone de alrededor de 6000.
EEUU no pudo evitar, por otro lado, el acercamiento entre Rusia y China, que conforma otro de los ejes que debilita la hegemonía global norteamericana. En la Guerra Fría había lo había conseguido (separar a los dos poderes comunistas). Hoy, la realidad es diferente y para EEUU es una amenaza a su seguridad nacional.
Zbigniew Brzezinski (conocido consejero -estadounidense de origen polaco- del gobierno norteamericano, fallecido en 2017), afirmaba en su libro El gran tablero mundial (1997), lo siguiente:
“Para los Estados Unidos, Eurasia es la principal recompensa geopolítica […] la primacía global de los EEUU depende directamente de por cuanto tiempo y cuan efectivamente puedan mantener su preponderancia en el continente euroasiático”[20]
También explicaba Brzezinski que esa preponderancia consiste en una situación temporal. Toda primacía de un imperio o gran potencia experimenta un nacimiento, un período auge, y luego llega el declive. Vivimos la etapa de declive hegemónico occidental y de EEUU, con una China en ascenso, y con Rusia buscando sortear el cerco de la OTAN y dando un giro notable hacia el nuevo eje de poder asiático.
Por otro lado, el proceso autonómico de la Unión Europea, y la estrategia de Francia y Alemania por separado, son elementos a tener en cuenta. ¿Cuáles son las intenciones reales de la Unión Europea? El viejo continente ha vivido guerra tras guerra a lo largo de los siglos, y sólo después de la creación de la Comunidad del Carbón y el Acero (antecesora de la UE) se han detenido las guerras entre potencias de Europa occidental. La incidencia de la disuasión nuclear en general también ha sido un factor determinante -en todo el mundo- para evitar grandes confrontaciones militares entre potencias, no puede negarse. Dos elementos relevantes para analizar: la tensiones rupturistas y unionistas dentro de la UE, y las existentes también entre la dependencia de EEUU y las políticas autonomistas.
Quedan algunas preguntas abiertas ¿Cuán fuerte es la unidad de la civilización occidental que comparte Europa Occidental y parte de la oriental, con los EEUU? ¿Son determinantes la pertenencia cultural, las relaciones económicas y el factor militar para que EEUU mantenga la preponderancia en la región, y para mantener a Moscú y Beijing fuera del juego dentro de Occidente? Rusia es sinónimo de energía asequible y China representa grandes inversiones –que ya ha hecho en Europa- y grandes mercados de consumo. Se presentan como socios (no aliados) convenientes de Europa Occidental. El escenario actual presenta un Occidente fortalecido y disminuyendo la relación e interdependencia con el oriente eslavo. Lo que suceda en el futuro no puede aún preverse.
Los líderes europeos no pudieron contener las tensiones inter-civilizatorias, y aun formando parte de una de ellas, no tuvieron el poder para frenar la escalada del conflicto a pesar de sus intenciones de lograrlo. La negociación era posible, difícil, pero posible. Francia lo intentó con mucho ahínco, pero la decisión no pasaba por París. Era claro que una de las regiones más perjudicadas de la guerra iba a ser Europa occidental, y las consecuencias económicas y sociales en estos últimos meses lo han demostrado.
La Unión Europea aspira a una mayor autonomía, limitada económica, política y militarmente por la fuerte influencia norteamericana y su presencia militar. Hoy, los miembros de la UE sufren la escasez de energía y la creciente alza en los precios, una inflación histórica generalizada, con una Guerra que no permite tener la certeza de un pronto final.
Ese es el partido que se está jugando hoy, y por el momento el actual conflicto en Ucrania ha resultado en una victoria política y diplomática para EEUU –e incluso económica-, mientras ucranianos, rusos y los europeos de occidente afrontan grandes costos políticos, económicos y sociales, y Rusia especialmente debido a las sanciones (aunque el golpe económico ha sido menor del esperado). De todos modos, los coletazos económicos han llegado a EEUU y a gran parte del mundo. Pero Rusia, por otro lado, obtuvo hasta ahora ganancias territoriales significativas y muy importantes para sus intereses nacionales, a las que no renunciará.
Los norteamericanos reforzaron su papel en Europa, la Guerra le ha devuelto la razón de ser a la OTAN –que además inició su sexta oleada expansiva- aunque ha revitalizado también el militarismo en Alemania, la vieja potencia imperialista que todos buscan (o buscaban) mantener contenida. El nuevo potencial rol de la locomotora de Europa es otra consecuencia importante de esta nueva realidad, que requiere un análisis más profundo.
Kenneth Waltz (2001), el principal exponente del neorrealismo en las Relaciones Internacionales, aseguró que se estaba conformando este nuevo equilibrio de poder en el mundo, con Rusia y China emergiendo, y que de hecho Washington podría estar tomando decisiones que terminan acelerando este nuevo equilibrio. Hoy vemos en Ucrania a EEUU buscando evitar que avance ese equilibrio, y a Rusia forzándolo aún más. El resultado es aún incierto.
Como observamos, en este enfrentamiento no hay sólo dos contrincantes haciendo la Guerra. Hay grandes poderes disputándose el predominio en Eurasia y otros más reviendo el papel que ejercerán durante las próximas décadas en el Sistema Internacional. Se está conformando un nuevo equilibrio de poder, conviven políticas hegemónicas y autonómicas, hay disputas por esferas de influencia, se aplican políticas de contención y de expansión. Y especialmente, se produce un conflicto en un territorio sumamente sensible para una potencia nuclear que de llegar a verse acorralado por las circunstancias militares en el terreno, para mantener su supervivencia, no descartaría el uso de su arsenal atómico.
Por ello no hablamos solamente de la guerra ruso-ucraniana, u operación especial o invasión, en esta contienda hay mucho más en juego y lo mismo puede aplicarse al caso Taiwán, donde también se elevan las tensiones cada vez más. El equilibrio de poder puede alcanzarse por la vía política, negociada, o por la fuerza, y lamentablemente y como nos muestra la historia, nuevamente se está diagramando a través de la fuerza, algo que no sorprende bajo la lupa del neorrealismo.
El declive de Washington en Eurasia estaba acelerándose, y este es otro disparador de las crecientes tensiones. Eurasia comprende lógicamente a Europa y a Asia, entendida en torno a la placa tectónica que va desde España hasta China. No es casualidad que Beijing busque fortalecer ese camino mediante la nueva ruta de la seda, con uno de sus componentes más claros escenificados en el Tren de la Seda, que representa la vía férrea más larga del mundo, desde Yiwu (China) hasta Madrid (España), entre otros proyectos.
Por otro lado, Turquía –heredera del Imperio Otomano- con incidencia histórica e intereses relevantes en la región, se ha transformado en un jugador importante en el conflicto. Históricamente lo ha sido, pero luego de los primeros meses ha podido involucrarse de manera positiva. A las pocas semanas de iniciados los ataques rusos, en entrevista con un Canal de televisión (Crónica Tv de Argentina), señalé que “es importante el rol de los mediadores que puedan ejercer países de la región, ya que su interés en mantener o lograr la estabilidad y solucionar cuestiones esenciales va a ser mayor que el de otros intereses más alejados geográficamente”. Fuimos testigos de cómo a través de la mediación de Ankara se reactivó el comercio de granos desde puertos de Ucrania del Mar Negro al Mediterráneo.
Situación actual del conflicto. A un año del conflicto, Rusia ha tomado el control militar del 20% del territorio ucraniano (ver mapa debajo -actualizado al 19/02/23-), aunque el porcentaje incluye la región de Crimea (adherida o anexionada ilegalmente según la óptica) en 2014, y las repúblicas de Lugansk y Donetsk, con reconocimiento limitado. Una franja importante del este y sur del país. Con respecto a meses anteriores, se han reducido los focos de enfrentamiento entre las fuerzas rusas y ucranianas, enfocadas principalmente en el este de Ucrania.
Rusia busca mantener el control de las regiones del este y del sur ucranianos que obtuvo en los primeros meses del 2022, donde se encuentra la mayor parte de la población eslava-ortodoxa, y que además son regiones estratégicas por diversas razones. Las zonas del este son las más cercanas a la frontera soberana rusa -aunque allí Ucrania ha logrado recuperar algunas ciudades-, y las del sur permiten el acceso y control de puertos y aguas cálidas del mar Negro y el de Azov, y la conexión vía Turquía con el Mediterráneo. La flota del Mar Negro de Rusia, creada en tiempos del Imperio Ruso, con sus bases principales en Sebastopol (Crimea) y Novorosíisk (Krasnodar) es de vital importancia para la seguridad del país. Ya en 1992, la Duma rusa había anulado la cesión de Crimea a Ucrania (cedida a Kiev por Kruschev en 1954), y desde allí hasta 2014 hubo distintas negociaciones, acuerdos y desacuerdos, hasta el referéndum que la incorporó a Rusia, considerada por Occidente como una anexión ilegal.
Pero lejos está aún Rusia de ocupar una parte significativa del país, aunque sí se ha garantizado –por el momento- el control del Mar de Azov y zonas portuarias del Mar Negro. Del mismo modo ocurrió con el ingreso en la Guerra en Siria, cuando vio peligrar su posición en ese país, donde posee posiciones militares que le aseguran el acceso al Mar Mediterráneo, como la base en Tartús.
Recordemos que luego de referéndums (rechazados por Ucrania y Occidente), las regiones de Zaporiyia, Jersón, Lugansk y Donetsk, pasaron a formar parte de la Federación de Rusia. Por supuesto, desde Occidente ese tipo de acciones no serán aceptadas y se ha incrementado la venta de armamentos a Ucrania, para intentar recuperar diversas ciudades. Y mientras puedan, Washington y la OTAN impedirán que Ucrania se vuelva neutral.
El ingreso de Ucrania a la Unión Europea (cuestión a la que Rusia dijo finalmente que no se opondría), si bien difícilmente se concrete mientras el país esté en guerra, ya dio sus primeros pasos, aceptándose la candidatura de manera exprés, al igual que la de Moldavia. El ingreso de Ucrania a la OTAN sigue sobre la mesa de negociaciones, y será un tema que también se verá más adelante, pero tampoco se descarta una vez que se resuelvan las cuestiones territoriales. Si Rusia logra asegurar su posición geopolítica en la región, no le quedaría otra opción que aceptar el ingreso de Kiev a la alianza atlántica. Esa podría ser una forma de solución, una entre tantas. Una nueva división, de entre tantas que hubo en la historia, de Ucrania.
Por otro lado, la adhesión de las regiones de Jersón y Zaporiyia a Rusia vía referéndums reafirma la geografía del corredor territorial sur, que une por vía terrestre el territorio ruso con la península de Crimea, por ahora sólo conectada por el puente construido en 2018 en el estrecho de Kerch, que une la península de Tamán (Rusia) con Kerch, en Crimea.
En cuanto a los civiles fallecidos, recordando que “en una guerra la primera víctima es la verdad”, me remito a las fuentes más confiables posibles para mencionar los números de fallecidos: el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) informó que el número de civiles muertos fue hasta mediados del mes de enero de 7.000, y más de 11.000 heridos. Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la cantidad de ucranianos que tuvieron que salir del país fueron más de 7.4 millones, siendo Rusia (2.6 millones) y Polonia (1.4 millones), los principales destinos de quienes huyeron del conflicto. Otros 7 millones se cuentan como desplazados internos. Actualmente el número se ha ido reduciendo debido al regreso de ciudadanos a sus ciudades de origen. Por supuesto que los contrincantes se acusan mutuamente de violaciones a los DDHH y de cometer crímenes de guerra.
En cuanto a bajas militares, los números son muy dispares, debido a que cada actor busca exaltar su propio “éxito”, quizá reduciendo el conteo de sus propias bajas y exagerando las bajas del enemigo. Eso puede observarse en los grandes medios masivos. Por lo pronto, Kiev asegura que fallecieron algo más de 10.000 soldados ucranianos, y 85.000 rusos, mientras que Rusia informó que han fallecido cerca de 6.000 de sus combatientes, y más de 61.000 ucranianos. Son números muy dispares, y otras fuentes brindan números diferentes. Desde las posturas más extremas de la narrativa occidental suben la apuesta con las cantidades –hablan de hasta 200.000 soldados rusos fallecidos y 100.000 ucranianos-, por lo que difícilmente los números señalados en general sean los correctos.
Un apartador merecería la situación de los miles de "mercenarios" extranjeros que combaten junto a los ucranianos. En efecto, se ha señalado que miembros oficiales de fuerzas occidentales, se han sacado el uniforme y fueron (o posiblemente hayan sido enviados) a combatir contra Rusia en territorio ucraniano. También, por supuesto, el grupo privado Wagner -ruso- combate activamente junto a las tropas rusas.
La respuesta Occidental a la operación rusa (o invasión) en Ucrania se ejecutó por distintas vías. Por un lado, el apoyo político, económico, militar, diplomático, humanitario y por todas las vías posibles a Ucrania para hacer frente al ataque ruso. El Monto destinado a Ucrania ha superado los Us$ 80.000 millones[21] -monto actualizado-, con más de la mitad aportado por EEUU. Ello aumenta la dependencia ucraniana de Occidente para su supervivencia como estado, además de las grandes deudas y compromisos contraídos. Nada es gratis, ni el apoyo en medio de la Guerra, por supuesto.
Entre los principales armamentos brindados por EEUU y aliados, podemos mencionar los siguientes: artillería pesada (Caesar, M777, PzH 2000), armas antitanque portátiles, sistemas Himars y M270 (lanzacohetes desde camiones), Tanques T-72, drones Bayraktar TB-2 de origen turco y los norteamericanos Switchblade 600, para ataques de precisión y con capacidad de perforar blindados, y UAS Puma. Además de variados misiles tierra-aire de corto alcance, como los Vampire, sistemas S-300, NASAMS, Patriot, cañones antiaéreos alemanes Gepard, radares anti-batería y grandes cantidades de municiones.
Si bien podemos seguir afirmando que la ayuda militar es limitada (hasta ahora), se ha incrementado notablemente en vías de una escalada, incorporando los tanques Leopard, aunque llegarán en los próximos meses, lo que resulta un serio problema para Kiev. Hoy está en debate la entrega de aviones F-16 norteamericanos o de unidades de Mig29, lo que resultaría en una escalada aún mayor. La asistencia apunta fundamentalmente a la Defensa en terreno, a la resistencia. Permite a Ucrania librar batallas en su territorio, pero no forma parte de la asistencia armamento que pueda equiparar –ni acercarse- al poderío ruso, que no ha utilizado sus armamentos convencionales más poderosos. Occidente no le ha brindado a Kiev ni misiles de mayor alcance, ni aviones, ni buques de guerra, etc. Actualmente está en proceso de evaluación brindar también misiles de mayor alcance. Eso indica que la escalada podría incrementarse.
De todos modos, la ayuda limitada ha demostrado efectividad, en forma integral en mar, tierra, aire y espacio, los tres terrenos físicos de la geopolítica, y el último, de la astropolítica. La ayuda norteamericana en inteligencia, estrategia y planificación en los terrenos fue vital para la defensa ucraniana, incluso para ubicar blancos rusos a atacar.
Más allá del tipo de ayuda que se ha anunciado, hay que reconocer que el poderío militar de Ucrania, si bien lejos está del ruso, es casi el doble de lo que diversos centros de estudio militar consideraban en el último tiempo. Le ha permitido estancar el avance de Rusia en las regiones del este ocupadas e incluso recuperar algunas ciudades. También hay que destacar que la movilización militar decidida desde Moscú hasta el momento no fue masiva ni total. Los ataques y bombardeos se produjeron en varias partes del país, los avances terrestres rusos con el objetivo de controlar territorios se han concentrado hasta ahora dentro de las zonas de la línea de fractura civilizatoria (este y sur del país) y de interés geopolítico vital, especialmente mirando a las costas del Mar de Azov y Negro.
Por otro lado, en los últimos meses se intensificó la aplicación de sanciones a Rusia (tanto en forma individual como hacia el Estado). Podemos llamarlas sanciones, guerra híbrida, guerra económica, guerra de baja intensidad, todas aplican a la realidad. En concreto, las medidas han comprendido seis esferas de acción: Económica y Financiera, Diplomática, en Defensa, Tecnológica, Cultural y Comunicacional.
Entre las principales medidas –han sido numerosas- podemos mencionar la exclusión de varios bancos rusos del Sistema Swift, se determinó la salida de empresas e inversiones occidentales del país (alrededor de 1.000 empresas extranjeras se retiraron de Rusia), prohibición de acceso al crédito y a la compra de deuda rusa, confiscación de activos y fondos, prohibición del movimiento de reservas del Banco Central de Rusia (confiscación de reservas en torno a los Us$300.000 millones, casi la mitad del total), prohibiciones al sector aerocomercial ruso, restricciones a embarcaciones, a la obtención de préstamos, etc.
Varias industrias de alto valor agregado tecnológico también fueron sancionadas, transporte terrestre, marítimo y aéreo (cierre del espacio aéreo a aviones comerciales y privados rusos), la defensa, el sector espacial, así como el energético (carbón, gas, petróleo) y diversas materias primas. Se prohibió en Europa la importación de oro, hierro, acero, madera, cemento, mariscos y licores[22].
A nivel personal, fueron más de 1200 los individuos (entre miembros del gobierno y privados) sancionados. También se ha excluido a Rusia de varios eventos internacionales, tanto a nivel gubernamental como a nivel de representantes nacionales de la cultura, la música, el deporte, etc. Se restringió el otorgamiento de visas a diversos representantes rusos en países occidentales, y se llevó a cabo una verdadera política de cancelación rusa en gran parte de Occidente. No por casualidad hablamos del Choque de Civilizaciones.
En términos comunicacionales, en EEUU, la UE y algunos aliados se ha censurado y prohibido a medios de comunicación rusos, como Sputnik Mundo, Russia Today, RTR Planeta, Russia 24 y otros. Claramente, nuevas sanciones pueden seguir anunciándose de aquí en adelante, como ha venido sucediendo.
La reacción también se produjo en términos geopolíticos, lo que podemos observar a través del inicio de una nueva ola de expansión de la OTAN, con el iniciado proceso de incorporación de Suecia y Finlandia. Este último comparte 1200 km de frontera con Rusia. Así como las mencionadas candidaturas de Ucrania y Moldavia a la UE, las sanciones a Bielorrusia y otras operaciones en países linderos a Rusia. Eso sólo por citar las principales acciones a nivel regional.
Al mismo tiempo, la diplomacia occidental buscó por diversos medios sumar apoyos internacionales de países extra OTAN y extra UE, logrando respaldo en algunos casos y otros no. Vale destacar que también se han aplicado sanciones contra Bielorrusia y contra las repúblicas de Lugansk y Donetsk, y se ejerció –y ejerce- presión sobre diversos actores extra-continentales para que apliquen medidas diversas contra Rusia.
Fueron 4 las vías de acción occidental frente a la operación de Rusia en Ucrania: apoyo multidimensional a Ucrania, fuertes paquetes de sanciones a Rusia, renovada expansión de la OTAN y diplomacia (y coacción) internacional para sumar apoyos a la defensa de Ucrania. De momento, de 193 países en el mundo, algo más de 40 de relevancia han aplicado sanciones y restricciones de cierta significancia a Rusia, mientras que más de 100 no lo han hecho.
En el corto plazo, hay dos sectores beneficiados: EEUU y la OTAN como institución por un lado -no así los países europeos que se están viendo perjudicados, y China e India. El organismo transatlántico de seguridad recupera su liderazgo en seguridad europea, por lo menos en el corto plazo. Beijing no sólo se vuelve más importante para Rusia en todos los aspectos de su sociedad estratégica, sino que obtiene energía más barata proveniente de una Moscú sancionada. La India también, incluso dejando de utilizar el dólar en el comercio bilateral. Por ejemplo, en el mes de junio una empresa india compró 160.000 toneladas de carbón a Rusia, y abonó su factura en Yuanes[23]. Esto fortalece el polo de poder asiático (más allá de las diferencias entre India y China), debido a la mayor competitividad que le brinda energía abundante y más barata, frente a los crecientes costos y problemas sociales en Europa, e incluso en EEUU. El incremento de las ventas energéticas rusas a otros compradores le permitirá finalizar el año con un superávit comercial de Us$ 250.000 millones.
Por supuesto que las consecuencias para la economía rusa fueron significativas, aunque quizá menor a las esperadas por Occidente. El FMI calcula una caída del PBI del 6% para 2022 (desde Rusia oficialmente señalan que sería más cerca del 4%), reduciendo la pauta inicial estimada del 15%. Más allá del número concreto, ciertas medidas de política económica han mitigado el impacto.
La inflación subió fuerte en marzo, casi un 8%[24], pero bajó notablemente en los meses siguientes. Y se esperaba que el índice anual se situara en torno al 15%[25]. Finalmente, oficialmente el número fue del 12%. El rublo sufrió un fuerte golpe al en el mes de marzo del 2022, pero luego fue recuperando su fortaleza. El desempleo prácticamente no ha crecido, manteniéndose en torno al 4%[26].
Debido a las sanciones, el país se vio perjudicado en la importación de tecnología occidental –afectando diversos sectores industriales-, problema que logró sortear –en parte- a partir de compras a China. Y específicamente en relación con las sanciones, el diario occidental The Economist fue claro: “la mayoría de los países no quieren aplicar la política occidental”[27].
Más allá de cuan certeros sean los datos brindados por organismos oficiales rusos o agencias y organismos occidentales, lo cierto es que las sanciones económicas no han tenido todo el efecto buscado por EEUU y la Unión Europea, que han volcado en este último tiempo sus esfuerzos a la ayuda armamentista para fortalecer las defensas de Ucrania. De todos modos, al alejamiento de Francia y Alemania de Rusia fue un triunfo norteamericano en el corto plazo. Veremos que sucede más adelante.
Rusia respondió a las sanciones de occidente aplicando restricciones comerciales, de visados, a los envíos de gas, gestión de las operaciones de empresas extranjeras (desde Moscú niegan que sean nacionalizaciones debido a que los inversores abandonaron la gestión y no hubo nacionalización a la fuerza), el Banco Central subió la tasa de interés del 9% al 20% (aunque ya la ha bajado al valor anterior a febrero), y estableció que las compras de gas se deben abonar en rublos. También prohibió la exportación de algunos productos básicos alimenticios y tecnológicos, incluyendo operaciones de compañías extranjeras que operan en Rusia (automóviles, vagones de tren, contenedores, etc.)[28]. Por supuesto, que en términos de las negociaciones que puedan entablarse entre Rusia y Occidente, las sanciones de uno y otro lado son cartas de intercambio que se ponen sobre la mesa, por lo que no son tajantes ni determinantes.
Rusia redujo notablemente los envíos de gas a Europa Occidental, argumentando primero cuestiones de mantenimiento, y luego señalando que las sanciones han impedido el arreglo de desperfectos, ya que la empresa que puede realizarlo ha sancionado al país. Desde Occidente denunciaron que se trataba de una extorsión rusa.
En este sentido, a medida que durante el presente siglo el sistema viene abandonando el unipolarismo y abrazando una visión multipolar, y trasladándose el centro del poder al Asia, las baterías de sanciones occidentales (y del viejo mundo unipolar) se vuelven algo menos efectivas.
Lo que estamos observando en el corto plazo es un desacople de Europa Occidental de Rusia, que es en definitiva uno de los históricos objetivos estratégicos de Washington. Pero la UE también observa que el nuevo panorama de centralidad euroasiática, y el debate entre una mayor autonomía o adoptar la estrategia establecida por EEUU está en pleno desarrollo.
El peligro de la escalada nuclear. El fin de la Guerra Fría parecía alejar el temor al holocausto nuclear. Pero lo cierto es que una de las mayores amenazas a la supervivencia humana sigue siendo hoy el posible uso de armamentos nucleares, lo que es advertido por numerosos especialistas desde inicios del siglo XXI con el incremento de las tensiones entre las grandes potencias.
El agravamiento de las hostilidades en Ucrania hizo subir un escalón ese temor, esa posibilidad, y la preocupación se incrementó a nivel global. El último miembro en sumarse al Club Nuclear (sin invitación oficial) fue Corea del Norte, a partir de lo cual se aseguró la supervivencia, en años de gran tensión en la península en torno al objetivo de Washington de contener a China. Si no se llega a un acuerdo, Irán puede ser el próximo miembro.
En medio de una nueva carrera armamentista a nivel global, la modernización de los arsenales atómicos de las grandes potencias es una realidad ya desde hace algunos años, no tanto en cantidades sino en calidad, precisión y en el desarrollo de armamento nuclear para ataques limitados con bombas pequeñas. La estrategia de guerras nucleares limitadas se viene estudiando desde hace años en los grandes centros de estudio de los actores con armas nucleares, principalmente en los que ostentan mayores capacidades de este tipo, EEUU y Rusia.
En Ucrania la cuestión nuclear reviste un altísimo peligro, tanto en el aspecto civil como militar. Por un lado, es uno de los países con mayor cantidad de reactores nucleares de Europa[29] (4 centrales con 15 reactores –además de 2 en construcción[30]- y sólo es superado por Francia y Rusia), lo que reviste un grave problema en medio de las acciones bélicas.
Y por el otro, está la cuestión de los armamentos nucleares, de las grandes potencias en pugna y por la política llevada a cabo desde Kiev. En 1994, el país había renunciado a su arsenal atómico que poseía en tiempos de la URSS, es decir, armas atómicas que pertenecían a la Unión Soviética. Mediante el Acuerdo de Budapest, se entregó todo el armamento nuclear a Rusia, prometiendo no hacerse de armas nucleares, aun contando con el know how para obtenerlas. Pero pocos días antes del 24F, el presidente ucraniano se había referido públicamente en Múnich (Alemania) a la posibilidad de abandonar el acuerdo de Budapest, lo que significaba que el país podría hacerse de armas nucleares. Ello significaría según la visión del Kremlin un estado enemigo con armas nucleares a las puertas de su casa.
Por su parte, Moscú no sólo activó el modo de disuasión nuclear y puso la opción de uso de este tipo de armas sobre la mesa, sino que también afirmó que barajaba la posibilidad de establecer armamentos nucleares en Bielorrusia para disuadir a occidente de iniciar operaciones en ese país, ya que el país dirigido por Aleksandr Lukashenko es un blanco posible de las fuerzas de la OTAN en una potencial escalada en la Guerra.
Al mismo tiempo, desde hace ya algunos años en diversos círculos representativos de la estrategia norteamericana vienen afirmando el beneficio que significaría para los EEUU la posesión de armas nucleares por parte de socios de Washington. Estos podrían ser Corea del Sur, Japón, la misma Ucrania, etc. De más está recordar que en Corea del Sur había apostado armamento nuclear norteamericano, que fue retirado finalmente durante la presidencia de Bill Clinton.
En caso de deteriorarse la situación rusa en el terreno, y si el país se viera acorralado o considerara que su supervivencia corriese peligro, la utilización de armamento nuclear es una clara alternativa de Moscú. Este es un elemento fundamental a tener en cuenta por los grandes actores y que vuelve aún más urgente resolver esta cuestión por una vía negociada, principalmente entre EEUU y Rusia, ya que el peligro nuclear es real y viene siendo advertido por diversos líderes y especialistas de todas partes del mundo. Y un error de cálculo siempre es posible.
La Guerra mediática. La disputa entre las narrativas occidental y rusa es feroz en los medios de comunicación, redes sociales y en otras plataformas, obteniendo ventajas uno u otro según la región del mundo donde tengan mayor influencia y la línea editorial de cada corporación mediática. Por ejemplo, en Europa Occidental, e incluso en América Latina, en términos generales ha obtenido mayor relevancia la narrativa occidental, mientras que en algunas zonas de Asia y África, la rusa tendrá una mayor influencia, o por lo menos se manifiesta en general una postura más intermedia presentando ambas narrativas. De todos modos, la fuerza de la postura occidental ha tenido más influencia en términos generales, por cuestiones idiomáticas, culturales, cantidad de medios, por la acción de las grandes aplicaciones y redes sociales (por lo menos en los países donde las empresas occidentales son predominantes), y por la llegada a una mayor cantidad de países a través de las grandes corporaciones mediáticas. Al mismo tiempo, tanto la rusofobia como el antiamericanismo son realidad a tener en cuenta, y son percepciones presentes en todas partes del mundo. De todos modos, no se puede ser determinante en este análisis, ya que debería obtenerse una base documental específica para sacar conclusiones específicas.
En definitiva, desde fines de febrero comenzó a aplicarse la censura y prohibición de medios y periodistas, en primer lugar contra las empresas de medios rusas en Occidente, y luego Moscú respondió con medidas similares dentro de Rusia. Textualmente, desde el Kremlin se afirmó que “tomaremos medidas de presión similares dirigidas a los medios de comunicación occidentales que trabajan en el país. Tampoco dejaremos que trabajen en nuestro país”. También se intentó desde Occidente anular la cultura rusa en sus diversos aspectos. El trabajo occidental en lo referido a percepciones e identidades es realmente profesional. La sinergia de las grandes corporaciones mediáticas con los sectores de la Defensa, y la narrativa de las agencias de inteligencia y la intelectualidad orgánica de Washington es aceitada, y dio sus frutos en varias partes del mundo.
Como ha sucedido en toda guerra a lo largo de la historia, los contendientes actúan enérgicamente mediante el cuarto poder para sostener e incrementar el apoyo interno, así como exponer su verdad al resto del mundo y convencer a la opinión pública internacional de que su postura es la válida y verdadera. Tanto Occidente como Rusia actúan en ese sentido, mostrando el sufrimiento de población civil a uno y otro lado de la línea de fractura civilizatoria, el fallecimiento de combatientes propios en acciones heroicas, las denuncias de violaciones a los DDHH por parte del contrario, las razones del conflicto y la justificación de las propias acciones, buscando controlar flujos informativos, etc. Ambos (EEUU, UE y Ucrania por un lado, y Rusia por otro) tienen su visión de la realidad y de los hechos, y así la buscan exponer, en base a sus intereses nacionales.
Pensar las relaciones internacionales (el análisis y estudio de las guerras forman parte de la disciplina) sólo en términos de buenos y malos, sería una simplificación que roza la falta de profesionalismo. Ya que más allá de las posturas personales que cada uno pueda tener (tanto autores como lectores), comprender las razones históricas, políticas, geopolíticas y económicas del conflicto, y explicarlo de manera en que el lector pueda entenderlo, es parte de nuestra tarea profesional. En este sentido, si bien cada corriente teórica de las RRII es útil para entender diversos fenómenos, considero que el realismo estructural es la forma más conveniente de entender la actual Guerra en Ucrania.
Conclusión:
A pesar de haber conseguido el status de superpotencia con la caída de la URSS y el fin de la Guerra Fría, Estados Unidos no logró incluir ni a China ni a Rusia en un Sistema Internacional bajo su liderazgo. La potencia asiática siguió su propio camino, y convertida en la segunda potencia global, forjó una sólida alianza con Rusia y ambas disputan el liderazgo global a EEUU. Según la visión de Washington, esto representa una amenaza a los intereses norteamericanos (políticos, económicos y de seguridad), para su posición en el escenario global, sobre todo a las puertas del Heartland. Hacia allí se fueron acercando las oleadas expansivas de la OTAN, y especialmente los acuerdos y operaciones occidentales en Ucrania durante la última década.
La situación política en Europa del Este es de interés vital para Rusia, y especialmente en Ucrania basada en la identidad eslava de parte de su población, la dependencia rusa del acceso y uso del Mar Negro y Azov, el orgullo nacional y la seguridad, entre otros elementos. También es un asunto de seguridad nacional para los EEUU, a pesar de la enorme distancia que separan al país de allí. Esto se debe a que, como ya mencionamos, a que su preeminencia global depende de por cuanto tiempo pueda sostener su predominio en el viejo continente y a su histórica competencia geopolítica con Rusia.
Por su parte, la Federación de Rusia se considera una superpotencia, mientras que EEUU no la acepta como tal. El resultado de la Guerra en Ucrania nos guiará hacia la resolución de estas percepciones contrapuestas, ya que el papel que juegue Rusia en esa región es determinante para su status.
También queda abierto un necesario análisis en torno a las percepciones, en términos de Alexander Wendt. ¿Qué significa una Ucrania militarizada para uno y otro actor? ¿Qué representa para Francia o para EEUU una mayor influencia rusa como proveedor de gas europeo? ¿Representa lo mismo para la UE y para EEUU un grupo BRCIS consolidado? Las respuestas no son difíciles de encontrar. El desencuentro en torno a las percepciones complica el diálogo y fue una de las razones por las cuales llegamos hasta aquí. Rusia advertía que la situación en Ucrania amenazaba su seguridad nacional, mientras que desde Washington consideraban que ello no era así. Más allá de las creencias de uno y otro, si no se consideran las preocupaciones ajenas, difícilmente se llegue a un final aceptado por todos. Y un final pronto y negociado es lo que el mundo, y especialmente los ucranianos, necesitan.
Esta situación ya había sido anticipada por los principales teóricos (Kenneth Waltz y John Mearsheimer) del neorrealismo, y se basan en la naturaleza histórica del comportamiento humano y de los Estados. Hay que reconocer el valor de Mearsheimer de sostener sus análisis –que explican con claridad cómo se llegó hasta el 24/02- frente a las fuertes presiones que tuvo en los EEUU y en el exterior para adoptar la narrativa occidental de manera pura y con la parcialidad del caso. En concreto, el autor señaló que la expansión de la OTAN y las políticas de EEUU fueron en gran parte responsables de la actual guerra, al acorralar a Rusia.
En una de mis últimas charlas en Buenos Aires, afirmé que este nuevo proceso -el deterioro relativo de la posición global norteamericana, el consecuente retroceso en los asuntos mundiales y el ascenso de las potencias revisionistas-, podría sucederse de manera pacífica así como a través de sucesivos hechos de violencia. Ucrania es uno de ellos, Siria fue otro. Y estos son los primeros de varios conflictos militares que pueden ocurrir. La posibilidad de que la Península coreana, Taiwán, Irán, Venezuela, Nicaragua, Bielorrusia -y otros más- experimenten una escalada, no puede descartarse.
La disputa es global y una de sus partidas se juega en Ucrania. Existen puntos de fricción importantes, sea en estados tapón, en líneas de fractura civilizatoria o en países con cuantiosos recursos naturales, entre las principales zonas.
Luego de la caída de la URSS y de la severa crisis económica y social vivida por Rusia a fines del siglo XX, el país inició en las últimas dos décadas un fuerte camino de recuperación, y a medida que sus relaciones exteriores e influencia se intensificaron, las tensiones con los EEUU se renovaron. Por eso es que algunos hablan de una Nueva Guerra Fría. La contención norteamericana ejercida hacia Rusia a través de la OTAN (las principales decisiones del Organismo se toman en Washington) busca alejar al país euroasiático de la esfera de influencia de EEUU en Europa, y persigue expandir su control geopolítico con el proceso de incorporación de Suecia y Finlandia al Organismo transatlántico, presionando aún más a Moscú.
Hay que dejar algo claro, Estados Unidos le reconoce a Beijing el status de gran potencia, pero viene haciendo todo lo posible para quitarle esa etiqueta a Moscú. El mayor escollo para debilitar a Rusia era y es hoy, en esencia, la fuerza militar, y en especial la nuclear. La historia enseñó que la invasión del territorio ruso (núcleo del Heartland) ha sido una constante: imperio sueco, Napoleón, un tímido intento de los aliados en 1917, y luego Hitler durante la segunda guerra mundial. Uno podría deducir, aunque es debatible, que de no existir la disuasión nuclear, una guerra global a gran escala acompañada de una invasión occidental sobre Rusia, sería posible. Crease o no, si bien el público hispano -e incluso muchos analistas- están más acostumbrados a la cosmovisión occidental y en gran parte existe cierta mentalidad ruso-fóbica (a raíz de la gran guerra cultural especialmente durante la Guerra Fría y con el sostenimiento de esa percepción en el tiempo), no sería extraño que la hipótesis de ataque o invasión de Rusia por parte de Occidente puede haber sido elaborada como proyecto a largo plazo.
Para muchos sonaría impensable, pero ese fue el precisamente el nombre del plan real que elaboró Winston Churchill en 1945 (“Operation Unthinkable”[31] – “Operación Impensable” en español) para invadir la URSS luego de la derrota aliada sobre los nazis, lo que se proponía iniciase el 01/07/1945, pero finalmente se descartó.
Por lo pronto, complicarle el acceso al Mar Negro era una forma de debilitarla de manera significativa, lo que también a través de esta guerra Moscú busca evitar. Y desde el Kremlin no están lejos de creer las suposiciones de ataque a su territorio, lo que ya ocurrió –con baja intensidad pero con fallecidos- en Bélgorod. En efecto, la situación de Ucrania con sus fronteras a unos 500km de la capital rusa es asunto vital para cualquier gobierno ruso, con o sin Vladimir Putin en el poder. Recordemos que el mismo Gorbachov, en pleno proceso de apertura, había señalado que la expansión de la OTAN hacia el este era inadmisible.
Por otro lado, mediante el análisis de la estrategia de disuasión nuclear, con EEUU de un lado y Rusia del otro, podemos llegar a la conclusión de que un país menor como Ucrania, aliado de Washington y con armas nucleares, en esta época de fuertes tensiones y reequilibrio de poder global, podría poner a la región de Europa del Este al borde de una guerra nuclear, lo que significaría un daño nuclear certero a Rusia, así como la destrucción completa de Ucrania como país como respuesta.
Rusia no puede permitirse ser derrotada, así como EEUU no quiere permitirle ganar. El tapón (Ucrania), lamentablemente hay que decirlo (un peón en el ajedrez de la grandes potencias), es el que más sufre y sufrirá en esta disputa. Una Ucrania neutral o amistosa hacia Rusia sería un logro del Kremlin, y una Ucrania pro-occidental –no será una Ucrania “entera” según la integridad territorial considerada por Occidente y la ONU, ya que la acción militar rusa no permitirá perder control de Crimea y otras zonas vitales, tanto por cuestiones de seguridad como sociales, económicas y geopolíticas.
Mientras la ayudar militar occidental a Ucrania se incrementa, Rusia reacomoda su estrategia, incorpora regiones ucranianas a su territorio y avanza con la movilización parcial (de alrededor de 300.000 reservistas), por lo que no estamos en condiciones de afirmar en qué momento finalizará este conflicto en Europa del Este, con raíces históricas que se extienden a siglos atrás y que ha formado parte de prolongadas disputas de poder entre Occidente y el poder eslavo-ortodoxo.
Es muy difícil visualizar una Ucrania de buenas relaciones tanto con Rusia como con Occidente, o por lo menos con EEUU. Especialmente, hay que aceptarlo, es principalmente a Washington a quien no le conviene. Una Ucrania miembro de la UE y en buenas relaciones institucionales, económicas y con los gasoductos y oleoductos trabajando normalmente, resulta en una posición de grandes ganancias para Rusia, lo que EEUU no puede permitirse ya que debilitaría su posición en la región. Por ello no sorprende que Moscú haya señalado que aceptaba el ingreso de Ucrania a la UE, aunque no a la OTAN.
Ucrania difícilmente pueda alcanzar márgenes significativos de autonomía real, debido a su posición estratégica y su debilidad institucional, económica y política. Es probable que, como ha sucedido en los últimos siglos, que el país vea modificada al final de la Guerra su extensión territorial –e incluso pueda ingresar a la OTAN-, y Rusia integre parte del este y del sur a su territorio, asegurándose posiciones en el Mar Negro y Azov e incluyendo a la población eslava bajo su soberanía.
Pero no dejan de ser especulaciones, ya que todo dependerá de los resultados de las batallas en el terreno, de cómo evolucione el rol de las potencias en pugna, así como de las mesas de negociaciones que se vayan configurando, lo que finalmente nos permitirá observar el resultado de esta nueva guerra que tiene a Europa y al mundo entero en vilo.
*Licenciado en Relaciones Internacionales, consultor, analista y especialista en Estrategia y Geopolítica
Referencias y citas:
[1] Rusia ya había participado en conflictos en sus fronteras euro-asiáticas: Guerra en Chechenia (aunque por lo general es considerado como un conflicto interno ruso contra fuerzas independentistas consideradas terroristas por Moscú); Guerra ruso-georgiana –que resultó en la independencia de Osetia del Sur cercana a Moscú. Rusia también se involucró en la Guerra en Siria, siendo Bashar al-Ásad un firme aliado y a quien los EEUU buscaban derrocar, todo ello en medio de los combates con el Estado Islámico.
[2] Samuel P. Huntington (1927-2008) fue un académico norteamericano, politólogo y profesor universitario. Trabajó en la Universidad de Harvard y fue miembro del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca de los EEUU. Su más famosa obra es el Choque de Civilizaciones, originariamente publicada como artículo en la revista Foreign Affairs y luego convertido en Libro en 1996. En su publicación afirma, entre otras reflexiones, que con el fin de la Guerra Fría las tensiones y disputas se producirían principalmente entre las distintas civilizaciones que habitan el planeta.
[3] Siendo el escenario central, el conflicto en Ucrania tiene sus derivaciones geopolíticas en Europa del Este, así como en todo el continente europeo, y adquiere también un valor en las disputas actuales en el escenario global. Más adelante las describiremos.
[4] El gas exportado por Rusia a Europa occidental transita por distintas vías: la ruta del Báltico (Nord Stream 1 y 2, el segundo nunca llegó a iniciar operaciones), el gasoducto de doble ruta Yamal (Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Polonia), los Soyuz y Brotherhood (Rusia, Ucrania
[5] El imperio mongol (o mogol) de Gengis Khan fue el segundo más extenso de la historia mundial, abarcando 24 millones de km2. El británico llegó a ocupar en su mayor extensión territorial unos 31 millones de km2. De todos modos, el Mogol no llegó a tener el control político y administrativo concreto que sí puede atribuírsele al británico, teniendo en cuenta el desarrollo civilizatorio de la época. El tercero fue el mismo Imperio Ruso, que hasta principios del siglo XX abarcaba 23 millones de km2.
[6] Se trataba de los Cosacos de Zaporiyia bajo el mando de Bohdán Jmelnitski, además de los tártaros de Crimea, así como campesinos, pequeños burgueses, nobleza local y otros religiosos ortodoxos.
[7] Los cosacos eran grupos sociales, militares y culturales relativamente unificados, de origen eslavo, que se establecieron y desarrollaron en el sur de la actual Rusia y en Ucrania. Ofrecían sus servicios a gobernantes poderosos, y eran combatientes muy efectivos. Se consideraban, por sobre todo, hombres libres.
[8]Con el fin de la Primera Guerra Mundial, dejaron de existir los imperios Alemán, Austro-Húngaro, Ruso y Otomano como tales.
[9]Alejandro Laurnagaray de Urquiza (2022), en entrevista en Radio Universidad Nacional del Nordeste (UNNE).
[10]Departamento de Estado de EE. UU., FOIA 199504567 (Colección de puntos críticos del Archivo de Seguridad Nacional, Box 38) https://nsarchive.gwu.edu/document/16116-document-05-memorandum-conversation-between
[11] Laurnagaray de Urquiza, A. (2018, 24 de junio). Diario La Prensa. “Rusia 2018: espejo de la política”.
[12]El acuerdo de Minsk I consistió en 12 puntos acordados entre Ucrania, Rusia, y las regiones separatistas (independentistas) de Lugansk y Donetsk. Entre sus principales consideraciones, se establecía un alto al fuego inmediato, se descentralizaría el poder mediante una ley de status especial para dichas regiones, establecía la supervisión de las negociaciones por parte de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), se liberarían detenidos, se promovería una ley para evitar castigos y persecución a oponentes, continuaría el diálogo, etc.
[13]Afirman que Ucrania es un "Estado tapón que separa dos grandes poderes en disputa" (2022, 7 de marzo) https://www.perfil.com/noticias/reperfilar/laurnagaray-ucrania-es-un-estado-tapon-que-separa-dos-grandes-poderes-en-disputa.phtml
[14] La Isla Mundial comprende los continentes de Europa, África y Asia.
[15]Laurnagaray de Urquiza, Alejandro (2018, 21 de noviembre) “Deshielo del Ártico”. https://www.laprensa.com.ar/470821-Deshielo-del-Artico.note.aspx
[16] Sanjuan, Laura Martin. ¿Cuántas bases militares tiene Estados Unidos y dónde están en España y en Europa? Diario As. https://as.com/actualidad/cuantas-bases-militares-tiene-estados-unidos-y-donde-estan-en-espana-y-en-europa-n/
[17] Macron declara la "muerte cerebral" de la OTAN (2019, 7 de noviembre) Https://es.euronews.com/2019/11/07/macron-predice-la-muerte-cerebral-de-la-otan
[18]Es importante comprender que de los 193 países del mundo actual, algo más de 40 han aplicado sanciones económicas y de otro tipo a Rusia, las que igualmente ciertos actores buscan sortear vía compra a través de terceros países.
[19] https://reporteasia.com/opinion/2021/09/01/geopolitica-afganistan-asia/?reload=261264.
[20]Brzezinski, Zbigniew (1997). El Tablero Mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos estratégicos (Editorial Paidós, 1997)
[21] Misiles, lanzacohetes y drones: las armas que cada país ha destinado a Ucrania (2022, 20 de agosto) Rtve, España. https://www.rtve.es/noticias/20220820/envio-armas-ucrania/2347122.shtml#:~:text=La%20lista%20de%20material%20que,fundamental%20para%20que%20la%20contraofensiva
[22] EU sanctions against Russia explained (2022, septiembre) European Council. https://www.consilium.europa.eu/en/policies/sanctions/restrictive-measures-against-russia-over-ukraine/sanctions-against-russia-explained/
[23] India importa carbón ruso pagando con divisas distintas que el dólar (2022, 11 de agosto) https://www.elobservador.com.uy/nota/india-importa-carbon-ruso-pagando-con-divisas-distintas-que-el-dolar--2022811153115
[24] https://www.statbureau.org/es
[25] https://www.europapress.es/economia/macroeconomia-00338/noticia-fortaleza-rublo-freno-inflacion-rusa-159-junio-20220708191349.html#:~:text=Las%20%C3%BAltimas%20proyecciones%20macroecon%C3%B3micas%20de,parte%20inferior%20de%20este%20rango.
[26] https://es.investing.com/economic-calendar/russian-unemployment-rate-556
[27] Are sanctions on Russia working? (2022, 25 de agosto). The Economist. https://www.economist.com/leaders/2022/08/25/are-sanctions-working
[28] Rusia y Ucrania: Putin prohíbe las exportaciones de algunos productos en respuesta a las sanciones de Occidente (2022, 10 de marzo) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60690237
[29]Tras Francia y Eslovaquia, Ucrania es el país del mundo que más depende de la energía nuclear para cubrir su demanda eléctrica. En 2020, más del 50% de su electricidad provino de sus 15 reactores.
[30] Descubre la energía nuclear en el mundo (2022, 31 de diciembre) Foro de la Industria Nuclear Española. https://www.foronuclear.org/descubre-la-energia-nuclear/energia-nuclear-en-el-mundo/#:~:text=En%20la%20Uni%C3%B3n%20Europea%20(UE,el%20conjunto%20de%20la%20UE.
[31] “Operation Unthinkable” National Archives UK Government. https://www.nationalarchives.gov.uk/education/resources/cold-war-on-file/operation-unthinkable/
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Afirman que Ucrania es un "Estado tapón que separa dos grandes poderes en disputa" (2022, 7 de marzo) https://www.perfil.com/noticias/reperfilar/laurnagaray-ucrania-es-un-estado-tapon-que-separa-dos-grandes-poderes-en-disputa.phtml
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