(Argentina, diciembre de 2017)
El involucramiento de Rusia en la guerra siria fortelció su posición en Oriente Medio
“China y Rusia desafían el poder, la influencia y el interés estadounidense, y además intentan erosionar la seguridad y prosperidad norteamericana"
(Doctrina de Seguridad Nacional de EEUU)
Mientras el mundo está enfocado en las graves consecuencias de la decisión de Donald Trump de reconocer la Capital de Israel en Jerusalén –con varios muertos y centenares de heridos en estos últimos días-, y América Latina se convierte en un hervidero con las tensiones electores y pujas distributivas, donde el avance conservador choca contra intereses de los más desfavorecidos –en nuestro país se ve claramente- y el peruano Kuczynski queda a un paso del impeachment, un acontecimiento de interés mundial que ha tenido en vilo a la comunidad internacional pasó casi desapercibido entre los grandes titulares: luego de recibir al presidente sirio Bashar al-Assad, el mandatario ruso Vladimir Putin anunció días atrás el fin de la guerra iniciada en 2011, conflicto que dejó más de 350 mil muertos y cerca de 12 millones de refugiados. Rusia aseguró haber dado golpes certeros al Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) junto al ejército sirio, tras recuperar el control de la casi totalidad del territorio nacional (98%). Los iraquíes anunciaron también que ISIS fue reducido a una mínima expresión en su país.
Este anuncio se trató, claramente, de un triunfo geopolítico, militar y diplomático de Rusia y la expansión de su influencia en la región. Putin logra mantener en el poder a un régimen que fue aliado histórico durante la Guerra Fría, país donde además tiene dos bases militares (Tartus y Hmeimim) lo que le significa el acceso al Mar Mediterráneo, clave para el interés de política exterior rusa. Incorporó también un juego de alianzas con Irán, Turquía y acercándose a Arabia Saudita, entre otros. Un detalle, hace apenas unos días una petrolera rusa ganó una licitación para extraer petróleo en aguas del Líbano, país fronterizo con Siria.
También notamos, lo que puede asombrar a algunos despistados, el giro en la política exterior norteamericana con respecto a Siria y en la región, ya que a diferencia de Barak Obama –que buscaba por todas las formas de derrocar a Bashar al-Assad incluyendo acciones que recayeron en denuncias de que Estados Unidos apoyaba al Estado Islámico en sus combates contra el gobierno sirio- Trump se ha hecho a un lado luego de los espamentosos Tomahawks lanzados contra la base militar de Shayrat y entregó en bandeja de plata el triunfo militar y diplomático a Putin.
Es además otro gesto de la intención del mandatario estadounidense de mejorar las relaciones con Rusia, algo que viene intentando desde que asumió pero el Congreso y el establishment norteamericano no se la ha hecho fácil (por ej. se suman hoy nuevas sanciones contra Rusia y ésta acaba de ser catalogada como adversaria en la nueva doctrina de Seguridad Nacional). Ahora bien, para no pecar de pacifista, a pocos días de ello vuelve a echar pólvora en la región con al anuncio sobre Jerusalén. Si analizamos la situación con algo de suspicacia, diríamos que el objetivo es claro: que en Medio Oriente nunca haya paz, mientras se necesite tener control sobre la política, la venta de armas, los recursos y rutas de los recursos.
Se refuerzan en general para las grandes potencias las consideraciones de teoría geopolítica del Heartland y el Rimland, donde Occidente y Rusia se disputan la influencia, y cuando no, el dominio. Con la diferencia de que hoy China ejerce un rol mayor y pasa a acrecentar su poder en esas regiones y en todo el mundo. Nadie puede dominar hoy ambas regiones (H y R), que abarcan Asia, Medio Oriente y Europa y la disputa mundial está que arde. Por lo pronto, el gobierno de Xi Jinping ya ofreció una importante ayuda económica e inversiones para reconstruir Siria.
El país gobernado por Bashar al-Assad es un paso clave hacia Europa, entrada al Mediterráneo para Rusia, para Irán, y las pujas geopolíticas regionales han hecho de Siria una pieza clave de esta guerra mundial por partes de la que habla el Papa Francisco.
Estados Unidos y Europa Occidental, Rusia, Arabia Saudita, Irán, Turquía, Qatar, Israel y Hezbolah, todos han tenido y tienen su interés en el futuro del territorio sirio, más allá de las declamaciones y argumentos en defensa de los Derechos Humanos. Si observamos la realidad de los iraquíes, libios y afganos, veremos que los DDHH y la Democracia han representado más discursos vacíos de Occidente que un interés real y concreto de lograr instaurarlos en la región. No quiere decir que Rusia o China sean paladines de los DDHH, pero fue Occidente uno de los mayores responsables de la situación de inestabilidad imperante en esos países.
La Guerra de Siria o Guerra Civil Siria, como queramos llamemos, fue un eslabón más de esta nueva Guerra Fría que enfrenta a Occidente con Rusia, país que hoy sostiene un socio donde ejercerá de aquí en más una influencia mayor que antes. Bashar al-Assad le debe a Putin no sólo seguir en el poder, sino su propia vida y la de su familia.
Durante los primeros años de la guerra, mientras la coalición occidental afirmaba combatir al Estado Islámico en territorio sirio e iraquí –y entrenaba y armaba a la oposición “moderada” para buscar derrocar al gobierno de Al-Assad-, este grupo terrorista –y otros- avanzaban cada vez más y el gobierno sirio se debilitaba día a día. No fue hasta que Rusia ingresó formalmente en la guerra en septiembre de 2015 a pedido del presidente sirio, que el gobierno local dejó de debilitarse y comenzó a obtener triunfos significativos y llegar al día de hoy a ganar el conflicto gracias a Putin.
El triunfo ruso fue doble. Por un lado, logró sostener y fortalecer al gobierno sirio. Por otro lado, se pone de su lado a Turquía -un miembro de la OTAN-, que de ser acusado de permitir el comercio de petróleo en el mercado negro que vendía ISIS y de proveerles apoyo y armamento, pasó a convertirse en un socio ruso e iraní para el fortalecimiento del gobierno sirio y buscar estabilidad en la zona. La foto del encuentro entre Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan y Hassan Rohani habló por sí sola. Donald Trump mantuvo silencio, lo que muestra que sus exabruptos no son productos de espasmos, sino que a pesar de la torpeza de muchas de sus declaraciones, decide en detalle ante qué y quienes soltar la cadena.
También ha logrado Rusia disminuir la presión y belicosidad contra Siria desde Arabia Saudita y Qatar, quienes fueron acusados en su momento de financiar a ISIS, mientras pujan entre ambos por la influencia regional.
Estados Unidos, en tanto, fue abandonando paulatinamente el equipamiento, entrenamiento y apoyo a esa oposición “moderada” Siria, que muchas veces terminaba actuando casi como aliada del Estado Islámico. Luego pasó a brindar apoyo a las milicias kurdas, pertenecientes a un pueblo busca su autodeterminación con referéndum incluido, lo que le significó a Trump la cólera del Presidente turco Erdogan, enemigo de los kurdos. Todo se dio en favor de Rusia, y hoy, por lo menos en lo formal, EEUU habría abandonado el plan de apoyo a los kurdos.
De retomarse el apoyo militar y político a dichas milicas, podría acrecentarse aún más la inestabilidad en la región, sumándose a la que ya existe. El tiempo y los hechos concretos nos irán mostrando la verdadera jugada de las potencias en la cuestión kurda, más allá de lo que se declare. Por ahora, con el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, Estados Unidos echó suficiente combustible al fuego para mantener candente la zona y seguir vendiendo armamento.
A pesar de ello, y contrariamente a lo que muchos creen, es Donald Trump quien quiere-o necesita- poner paños fríos a varios conflictos internacionales donde Estados Unidos está inmerso, incluyendo Siria, Ucrania y mismo Corea del Norte. Por ello pidió primero a China y ahora pide a Putin ayuda con Corea del Norte. Tiene bien claro, tanto él como sus asesores, que el liderazgo occidental está en declive. Aunque las presiones internas en contrario son enormes y la desmilitarización de Estados Unidos en el mundo no sería algo sencillo de hacerse realidad.
Como en los viejos tiempos de la Guerra Fría de segunda mitad del siglo XX, Trump sabe hoy que tener de enemigos a Rusia y China no es una estrategia política inteligente, del mismo modo que lo supieron Henry Kissinger y Richard Nixon, promoviendo un mayor acercamiento a China en la década del ´70. Por ello hoy Estados Unidos hacen un doble juego, por un lado realiza acercamientos con ambos, y por otro lado los pone en lugar de adversarios a su hegemonía. Lo que en términos de realismo político es cierto y de hecho China, según la mayoría de expertos, desplazaría a EEUU como primera potencia mundial en las próximas décadas.
Como tampoco podemos negar es que los viejos –y no tanto- conflictos y tensiones de la Guerra Fría han regresado, y con fuerza. El conflicto en Ucrania forma parte de ella, también la creciente militarización de Europa del Este hasta la frontera con Rusia, el enfriamiento del acercamiento con Cuba, la creciente tensión en la península coreana, la rusofobia que buscan instalar distintos medios de comunicación occidentales llenando páginas de diarios y portales de noticias, etc. Claro que ello no es nuevo y desde la era Obama se ha venido intensificando.
Y la guerra en Siria, claramente además de la puja por el poder regional entre Arabia Saudita e Irán, y del interés israelí por frenar la influencia de los iraníes y de Hezbollah, es claramente una disputa entre Occidente y Rusia. Una disputa que ha dejado más de 350 mil muertos, y cerca de 12 millones de desplazados, que poco a poco comienzan a regresar luego de derrotado ISIS.
No quiere decir esto que ISIS haya desaparecido, se ha debilitado enormemente, se ha dispersado, ha perdido sus fuentes de financiamiento y su utilidad para ciertos interesados en derrocar a Al-Assad. Del mismo modo que sucede con Al Qaeda y otros.
En su última conferencia de prensa donde anunciaba que se presentaría a la reelección para la Presidencia el año que viene, Vladimir Putin fue claro con respecto a Siria, al señalar que para resolver el problema es importante aumentar el nivel de educación y acabar con la injusticia histórica en Medio Oriente, y pidió a todos “los jugadores globales a no dejarse tentar de utilizar grupos terroristas o cuasi-terroristas para lograr su objetivos políticos” Traducido, critica desde su lugar de “influencer” regional el intervencionismo occidental.
Rusia ganó una batalla importante en Medio Oriente, y si bien está aún lejos de tener el poder e influencia que supo tener la antigua Unión Soviética en el siglo XX, y también menos de la que le gustaría tener, en términos realistas y de puja por el poder, aun partiendo con gran desventaja rodeada por la OTAN y habiendo tenido que lidiar con su patio trasero en el Cáucaso, no es para nada despreciable el avance geopolítico que está teniendo Putin a nivel regional y mundial.
Por lo pronto, podemos afirmar –por ahora- que hay una guerra menos en Medio Oriente, y aunque Estados Unidos se atribuya el triunfo sobre ISIS y Macron desde Francia diga que en febrero finalizará el conflicto y pida sancionar a Al-Assad, los hechos hablaron por sí solos. Salvo que la imaginación occidental o de otros interesados con imaginación militar saquen algún conejo de la galera, comenzará en Siria una lenta y prolongada reconstrucción en un estado de paz al modo de oriente medio, lo que significa estar siempre ante un conflicto latente.